La experiencia humana de Dios en Gianni Vattimo (II parte)
Carlos Pairetti
Universidad del Rosario
Si
a esta altura de nuestro análisis reclamamos sumariamente, a modo de conclusión
provisional, las indicaciones relativas al ser de Dios, no pareciera posible
seguir sosteniendo como lo hace Candelero que el Dios de Vattimo sea reductible
a palabras, a puro concepto. En todo caso, también la teología medieval de
corte metafísico-descriptivo lo reduce a un conjunto de categorías, o mejor, atributos,
para ser más precisos, con el agravante de creer que puede encapsularlo en sus
postulados y afirmaciones dogmáticas. De otro lado, el énfasis de Vattimo en la
trascendencia horizontal, deja intacta, a mi juicio, la posibilidad de una experiencia
religiosa, sobre todo, la que se funda en la escucha de la Palabra de Dios. Es
cierto que tal experiencia va en detrimento de lo divino, de la experiencia
mística, pero, a pesar de todo, no existen razones definitivas para pensar que
Vattimo, por el simple hecho de no pronunciarse al respecto, pueda estar en condiciones
de negar que ello se produzca. En mi opinión, la alusión a la experiencia
mística ausente en las reflexiones del pensador italiano, sobre la que llama la
atención Candelero, obedece, en primer término, a una intención explícita de
Vattimo, la de asumir de modo débil (o procurar debilitar) la enseñanza de la
Iglesia y, en segundo lugar, tomar nota de que la mística en la historia de la
Iglesia es un elemento subordinado a los tratamientos teológicos. Por lo demás,
todo lo que en materia de fe y costumbre, considerado de importancia vital para
la doctrina de de la Iglesia, nos ha sido transmitido sobre la base de
discursos que adolecen de la capacidad de articular de manera inteligible la
experiencia mística.[1] Finalmente,
como corolario de lo indicado recientemente, cabe destacar que tanto el aspecto
religioso como el místico, son dos caminos para aproximarnos a la realidad de
Dios. No hay dudas de que la Iglesia a privilegiado el primero, y el motivo de
ello estriba en que en torno a él se articula mejor lo que es digno de ser
enseñado a los fieles y asegurar así, su correcta recepción, dando cumplimiento
de esta forma al lema paulino: la fe
viene por la escucha (Rom. 10, 16).
Vale
decir que, aquella aseveración de Candelero acerca de que en la tradición
cristiana un Dios habló primero, no sufre alteración alguna si se atiende a la
trascendencia horizontal sostenida por Vattimo. Además, es un hecho
incontestable que Dios nos habla por medio de la Escritura. Sin embargo, no por
esa razón Dios debe reducirse a palabra solamente, ante todo la Escritura es
algo así como el soporte, como un marco de referencia impreciso a través del
cual giran las múltiples interpretaciones, aún las más arbitrarias, por
supuesto. En esta línea de interpretación, me parece importante la siguiente
indicación de Vattimo sobre la relación entre la Escritura y los hechos: “No
puede resultar escandaloso decir que no creemos en el Evangelio porque sepamos
que Cristo ha resucitado, sino que creemos que Cristo ha resucitado porque lo
leemos en el Evangelio”.[2] Lo
que intento decir apoyándome en esta cita, es que para Vattimo no juega un
papel definitivo la exigencia de demostrar metafísicamente la verdad del
cristianismo y de la esencia de Dios, a través de los preambula fidei, sino ante todo y por sobre todo, atender a la
relación: fidei ex audio, la creencia
suscitada por la escucha de la Palabra. De esta forma, toda la reflexión de
Vattimo desemboca en una hermenéutica que se toma en serio las implicancias de
la kénosis de Cristo y, para la
prosecución de tal fin, coloca el acento en la importancia del diálogo que
tiene lugar en la vida política colectiva, como modo privilegiado de alcanzar
la verdad. Con arreglo a esto el autor señala:
“No
acepto la objeción que me han hecho algunos colegas, según los cuales exagero
la politización de la filosofía, porque la sola idea de que pudiera haber un modo de experimentar
la verdad más allá de las relaciones sociales me resulta más que dudosa, en
cuanto separación metafísica de unas determinadas esencias respecto de la vida
cotidiana”.[3]
Finalmente, retomando aquí los principales aspectos
de lo desarrollado y con el propósito de encaminarnos al segundo momento de
nuestro ensayo, cabe subrayar como se desprende lo reflexionado, que, para
Vattimo, la cuestión de Dios no mide tanto su importancia en relación a la
capacidad que tengamos de saber decir en qué consiste su ser al mejor estilo de la teología medieval, o, asegurar que no
existe, porque de ese modo se repetiría el juego metafísico sobre la estructura
de la realidad. La cuestión pasa, ante todo, por la posibilidad de hacer entrar
en diálogo la kénosis con la vida
cotidiana, asumiendo las principales implicanciones de aquella en virtud de una interpretación
de sesgo ético-política que toma nota
del carácter histórico-situado de nuestra experiencia de la escucha de la
Palabra de Dios.
[1]Para este caso se podrían citar los poemas de San Juan de
la Cruz, de Santa Teresa de Ávila, y de otros tantos místicos de la Iglesia
católica. No obstante, por tratarse del uso de un lenguaje que por su oscuridad no se corresponde
con la intención visible de la Iglesia de adoctrinar a través de sus
enseñanzas, todas las experiencias narradas por los grandes místicos, se
reducen en términos de utilidad, al exclusivo ámbito de la oración individual.
Una vez, por supuesto, que hayan sorteado la prueba ─con todo lo controvertido
y complejo del caso─ de ser experiencias que puedan acreditar que su fuente es
Dios y no una alteración mental o, en última instancia, provenientes de fuerza
diabólicas.
[2]Rorty,
Richard-Vattimo, Gianni. Zabala, Santiago compilador. El futuro de la religión: solidaridad, caridad, ironía. Buenos
Aires: Paidós, 2006, p. 73.
[3]Op. cit.Rorty,
Richard-Vattimo, Gianni. Zabala, Santiago compilador. El futuro de la religión: solidaridad, caridad, ironía, p. 103.
Víctor Samuel Rivera: Charles Maurras et Montealegre. Un marquis péruvien face aux Empires (Società Italiana di Filosofia Politica, marzo de 2011, 23 pp.
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