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lunes, 9 de noviembre de 2009

Andenken: Unas reflexiones en torno a Heidegger - Parte I



Andenken: Unas reflexiones en torno a Heidegger

Ricardo Milla
Pontificia Universidad Católica del Perú


En la literatura filosófica de las últimas décadas del siglo XX se ha insistido en la crítica de Heidegger al fundacionalismo. El llamado “fundacionalismo epistemológico” es la característica de la civilización liberal contemporánea, que privilegia el saber racional y matematizable. En 1962, en la conferencia Tiempo y ser, Heidegger insiste en “dejar de lado al ser como fundamento” con estas palabras:

"Pensar propiamente el ser exige hacer caso omiso del ser tal y como es justificado e interpretado al estilo de toda la metafísica, exclusivamente desde y para lo ente, como fundamento suyo. Pensar propiamente el ser exige dejar que siga su ruta el ser como fundamento de lo ente, mientras otorgamos nuestra preferencia al dar que entra ocultamente en juego en el desocultar, es decir, al Se da (Es gibt)."

Lo que Heidegger precisa es que ni el ser “es” ni el tiempo “es”, sino que el ser “se da” y el tiempo “se da”. De hecho, en torno a ello gira la conferencia citada. Ya no se tomaría, pues, al ser como lo que está solamente presente y que puede ser asido por la mano (Zuhandensein), que puede ser dispuesto por el sujeto o que esté meramente disponible (Zuhandenheit); esta postura del dar, más bien, daría paso al don (Gabe) del ser y, en este sentido, a lo que el ser dona. Este dar está en consonancia e íntima relación con el dejar-estar-presente (Anwesen-lassen) que no sería la mera presencia que oculta al ser sino la presencia que, por dejar hacerse presente, revela al ser . De esta manera, el ser se escapa a la “vista” humana, no es más un objeto que puede ser tomado y manipulado por el sujeto y, por lo tanto, no hay más fundamentación. Esto es: Sin un objeto al que fundamentar, al cual otorgar un Grund, el sujeto pierde toda su fuerza. El ser es enviado como un regalo, el ser es donado a los entes o, mejor aún, es el don de los entes. En este punto aparece, al propio tiempo, la Schickung del ser, es decir, el envío del ser. Y al atenernos a un ser que proviene nos alejamos cada vez más del ser como mera presencia, rasgo típico de la metafísica fundamentadora, dado que el ser no sería sólo lo que está presente, en tanto desvelado u oculto, sino lo que ha sido y nos sigue siendo.

Ahora bien. ¿Este “dejar de lado al ser como fundamento” no nos dejaría sin ningún suelo en dónde realizar la tarea del pensamiento? La ciencia es la seguridad de la mente humana. Ella le otorga un fundamento en donde pueden descansar los demás saberes que hemos logrado a lo largo de la historia. “La ciencia responde a la apelación del principio de razón con un Nach-stellen, perseguir y capturar, que es Fest-stellen, asegurar, fundar, dar estabilidad” -nos dice Vattimo. Ella nos ofrece el dominio y control de la naturaleza, ya sea en las leyes eternas de nuestra física, ya sea con la dislocación que logra sobre ella la técnica. ¡Qué más seguridad si con sus instrumentos hasta puede medir la felicidad de las personas! No nos debería quedar duda de que la ciencia es la aseguradora de nuestra vida y mente. Quizá habría que dejar de lado a ese Heidegger de 1936 que defenestraba a la ciencia con aires de tecnofobia. ¿Cómo sería posible –nos preguntamos con justicia y brío- seguir el pensamiento de ese filósofo si esta ciencia nos ha traído la revolución industrial, la bomba atómica, el aborto, el calentamiento global, entre otros grandes avances? Iluminados por la razón moderna, con sus reglas para el espíritu y su método que nos guían a la verdad, avanzamos al absoluto que nos emancipará. Cada vez nos alejamos más de lo natural para adentrarnos más en la ciudad de cemento, en nuestra Nueva York mundial. Admiramos a Katrina pasar por New Orleans. Vemos nuestro Huascarán cada vez menos blanco. Gritamos libertad sobre los cadáveres de niños iraquíes. Nos ubicamos en nuestra paz perpetua y repetimos progreso, progreso, progreso.


Hasta que nos damos cuenta de que nuestra casa está inundada, que hemos enviado a nuestros hijos y hermanos a matar a inocentes y que nuestra economía se va por los suelos. Y recordamos como hace 70 años comenzaba la guerra más espantosa que tiene registrada la humanidad. Todo en el cumplimiento de las promesas de la modernidad . A veces los relatos de legitimación no son rebatidos por otros relatos, sino por hechos. ¿Es que acaso alguien cree aún en la “neutralidad” de la ciencia, en el progreso ad infinitum, en que somos el occidente que lleva la luz de la humanidad con sus voces de liberty and democracy? Los metarrelatos de la modernidad han sido deslegitimados por sus efectos. La fundamentación, el Grund, nos ha despatriado, nos ha alejado de nuestro suelo, del Boden. Según Heidegger: “El total hacerse valer de la apelación a la asignación de la razón suficiente (Grund) amenaza con quitar al hombre toda posibilidad de tener una patria y le sustrae el suelo (Boden) sobre el que solo puede originarse lo que es nativo…” Para él, y siguiendo yo la interpretación de Vattimo, el Grund que ha instalado la metafísica moderna nos ha alejado de todo Boden donde realizar el pensamiento y abandonándonos a merced de la superficialidad de la mera presencia que es fruto del pensamiento que identifica al ser con el ente. Para ello el filósofo alemán nos invita a realizar el “salto”, el Sprung, pero no al mero vacío, a la nada (aunque para ello tengamos que entregarnos al Ab-grund, el abismo, la desfundamentación ), sino que al saltar nos encontraríamos con un Boden.

De esta manera es posible un pensamiento que no nos deja en la nada absoluta pero que tampoco nos deja a merced del riesgo de atenernos a la ciencia fundamentadora, con su dinámica Nach-stellen y Fest-stellen, sino que, en palabras de Vattimo, “saltando en el Boden y respondiendo al Zuspruch [llamado alentador] de la presencia como Anwesenlassen, es aquel al que Heidegger define en términos de memoria y rememoración: Denken como Gedächtnis [memoria], Denken como Andenken [rememoración].”


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