sábado, 31 de enero de 2015

Dios como posibilidad buena. La experiencia humana de Dios en Gianni Vattimo (II parte)/ Carlos Pairetti





Homenaje a Gianni Vattimo por su 79 aniversario

Dios como posibilidad buena
La experiencia humana de Dios en Gianni Vattimo (II parte)

Carlos Pairetti
Universidad del Rosario


Si a esta altura de nuestro análisis reclamamos sumariamente, a modo de conclusión provisional, las indicaciones relativas al ser de Dios, no pareciera posible seguir sosteniendo como lo hace Candelero que el Dios de Vattimo sea reductible a palabras, a puro concepto. En todo caso, también la teología medieval de corte metafísico-descriptivo lo reduce a un conjunto de categorías, o mejor, atributos, para ser más precisos, con el agravante de creer que puede encapsularlo en sus postulados y afirmaciones dogmáticas. De otro lado, el énfasis de Vattimo en la trascendencia horizontal, deja intacta, a mi juicio, la posibilidad de una experiencia religiosa, sobre todo, la que se funda en la escucha de la Palabra de Dios. Es cierto que tal experiencia va en detrimento de lo divino, de la experiencia mística, pero, a pesar de todo, no existen razones definitivas para pensar que Vattimo, por el simple hecho de no pronunciarse al respecto, pueda estar en condiciones de negar que ello se produzca. En mi opinión, la alusión a la experiencia mística ausente en las reflexiones del pensador italiano, sobre la que llama la atención Candelero, obedece, en primer término, a una intención explícita de Vattimo, la de asumir de modo débil (o procurar debilitar) la enseñanza de la Iglesia y, en segundo lugar, tomar nota de que la mística en la historia de la Iglesia es un elemento subordinado a los tratamientos teológicos. Por lo demás, todo lo que en materia de fe y costumbre, considerado de importancia vital para la doctrina de de la Iglesia, nos ha sido transmitido sobre la base de discursos que adolecen de la capacidad de articular de manera inteligible la experiencia mística.[1] Finalmente, como corolario de lo indicado recientemente, cabe destacar que tanto el aspecto religioso como el místico, son dos caminos para aproximarnos a la realidad de Dios. No hay dudas de que la Iglesia a privilegiado el primero, y el motivo de ello estriba en que en torno a él se articula mejor lo que es digno de ser enseñado a los fieles y asegurar así, su correcta recepción, dando cumplimiento de esta forma al lema paulino: la fe viene por la escucha (Rom. 10, 16).  


Vale decir que, aquella aseveración de Candelero acerca de que en la tradición cristiana un Dios habló primero, no sufre alteración alguna si se atiende a la trascendencia horizontal sostenida por Vattimo. Además, es un hecho incontestable que Dios nos habla por medio de la Escritura. Sin embargo, no por esa razón Dios debe reducirse a palabra solamente, ante todo la Escritura es algo así como el soporte, como un marco de referencia impreciso a través del cual giran las múltiples interpretaciones, aún las más arbitrarias, por supuesto. En esta línea de interpretación, me parece importante la siguiente indicación de Vattimo sobre la relación entre la Escritura y los hechos: “No puede resultar escandaloso decir que no creemos en el Evangelio porque sepamos que Cristo ha resucitado, sino que creemos que Cristo ha resucitado porque lo leemos en el Evangelio”.[2] Lo que intento decir apoyándome en esta cita, es que para Vattimo no juega un papel definitivo la exigencia de demostrar metafísicamente la verdad del cristianismo y de la esencia de Dios, a través de los preambula fidei, sino ante todo y por sobre todo, atender a la relación: fidei ex audio, la creencia suscitada por la escucha de la Palabra. De esta forma, toda la reflexión de Vattimo desemboca en una hermenéutica que se toma en serio las implicancias de la kénosis de Cristo y, para la prosecución de tal fin, coloca el acento en la importancia del diálogo que tiene lugar en la vida política colectiva, como modo privilegiado de alcanzar la verdad. Con arreglo a esto el autor señala:


“No acepto la objeción que me han hecho algunos colegas, según los cuales exagero la politización de la filosofía, porque la sola idea  de que pudiera haber un modo de experimentar la verdad más allá de las relaciones sociales me resulta más que dudosa, en cuanto separación metafísica de unas determinadas esencias respecto de la vida cotidiana”.[3]

Finalmente, retomando aquí los principales aspectos de lo desarrollado y con el propósito de encaminarnos al segundo momento de nuestro ensayo, cabe subrayar como se desprende lo reflexionado, que, para Vattimo, la cuestión de Dios no mide tanto su importancia en relación a la capacidad que tengamos de saber decir en qué consiste su ser al mejor estilo de la teología medieval, o, asegurar que no existe, porque de ese modo se repetiría el juego metafísico sobre la estructura de la realidad. La cuestión pasa, ante todo, por la posibilidad de hacer entrar en diálogo la kénosis con la vida cotidiana, asumiendo las principales implicanciones de aquella en virtud de una interpretación de sesgo ético-política que toma nota del carácter histórico-situado de nuestra experiencia de la escucha de la Palabra de Dios.



[1] Para este caso se podrían citar los poemas de San Juan de la Cruz, de Santa Teresa de Ávila, y de otros tantos místicos de la Iglesia católica. No obstante, por tratarse del uso de un  lenguaje que por su oscuridad no se corresponde con la intención visible de la Iglesia de adoctrinar a través de sus enseñanzas, todas las experiencias narradas por los grandes místicos, se reducen en términos de utilidad, al exclusivo ámbito de la oración individual. Una vez, por supuesto, que hayan sorteado la prueba ─con todo lo controvertido y complejo del caso─ de ser experiencias que puedan acreditar que su fuente es Dios y no una alteración mental o, en última instancia, provenientes de fuerza diabólicas.
[2] Rorty, Richard-Vattimo, Gianni. Zabala, Santiago compilador. El futuro de la religión: solidaridad, caridad, ironía. Buenos Aires: Paidós, 2006, p. 73.
[3] Op. cit. Rorty, Richard-Vattimo, Gianni. Zabala, Santiago compilador. El futuro de la religión: solidaridad, caridad, ironía, p. 103.

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