Mostrando entradas con la etiqueta interioridad. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta interioridad. Mostrar todas las entradas

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Apuntes sobre el Parménides platónico



Dirigir el alma hacia la verdad
Apuntes sobre el Parménides platónico



Ricardo Milla
Pontificia Universidad Católica del Perú


Principium. Durante el desarrollo de la época moderna se privilegió la argumentación discursiva como forma más elevada para el conocimiento. La lógica y la matemática eran las mejores (¿únicas?) herramientas para representarse el mundo y sus leyes. La razón discursiva tomó el puesto central en el podio del conocimiento y éste se hizo discurso. El método, inaugurado por Descartes, era el aval por el cual se gozaba de un camino seguro, por medio de reglas que nos dirigen, hacia la verdad total de la realidad objetiva. Es conocida la crítica de los románticos al racionalismo de los modernos. Los románticos trataron de colocar los sentimientos como lo contrario y alternativo a la razón moderna. Empero su crítica no fue más allá de ser una crítica, sin poder salir de la modernidad de la cual ellos también, quizá para su desgracia, eran hijos. No es de extrañar, pues, que en nuestro mundo actual se privilegie a las ciencias y su método relegando, consciente o inconscientemente, otras formas de conocimiento. Es cierto que hemos pasado la página del cientificismo y muchos lo dan por superado. Pero, más allá de ello, mi intención en el siguiente ensayo es proponer una solución alternativa a la perentoria verdad de la ciencia moderna y la absolutización del modo discursivo de la razón, es decir, que el conocimiento no es sólo lo que la razón discursiva puede captar sino que existe un halo para obtener conocimiento de lo real que es más amplio. Para tal propósito me valdré tanto de las palabras dichas por el Parménides platónico cuando se refiere a la dialéctica y su ejercicio, que permite que la verdad no se nos escape (Cf. Parménides 130d), como de algunas reflexiones sobre la filosofías del último Wittgenstein y de Heidegger.

Entre Elea y Jonia. Clazómenas y Mileto fueron las patrias de grandes filósofos como Anaxágoras y Tales. Elea, en la Magna Grecia, albergó a Heráclito y Pitágoras. Dos grandes escuelas. Dos posturas enfrentadas. El diálogo Parménides de Platón comienza con la llegada a Atenas de Céfalo, proveniente de Clazómenas, para oír de boca de Antifonte, hijo de Pirilampo, quien sabía de memoria, gracias a su trato frecuente con Pitodoro, la conversación que hubo acaecido cuando en ocasión de las Grandes Panateneas se reunieron Sócrates, Zenón y Parménides. Hombres de la Jonia quieren oír la conversación sostenida entre dos filósofos de Elea y un joven que vive en Atenas. Se retrata en las primeras páginas del Parménides un viaje que realizan tanto los jonios como los eléatas a Atenas. Unos para escuchar, los otros para dialogar. Céfalo conducido por Adimanto y Glaucón donde Antifonte se dispone a escuchar el diálogo entre Parménides, Zenón y Sócrates.

Antifonte empieza su narración con una descripción de cada uno de los tres filósofos y de las circunstancias de su encuentro. Parménides y Zenón se alojaron en casa de Pitodoro ubicada en los Cerámicos, barrio muy elegante al norte de la ciudad y fuera de la muralla. En ese sitio es que acude Sócrates con otros para oír a Zenón y ver a Parménides. Como es característico de los “diálogos platónicos”, cada detalle lleva consigo un simbolismo, el cual no tiene siempre una interpretación única. En este caso, el detalle del lugar donde se llevará a cabo el diálogo, ese lugar elegante y fuera de la ciudad, da muestras del “lugar” donde se desarrolla el pensar filosófico. La filosofía se hace en medio de la belleza y fuera del bullicio citadino. No se realiza con el vulgo sino “entre nosotros” los filósofos (137a).

En esas circunstancias, Sócrates escucha a Zenón y replica. Zenón propone que si se acepta la existencia de múltiples entes, entonces todas las cosas deben ser semejantes y desemejantes a la vez (129d). Se levanta una paradoja. Sócrates responde: Hay una distinción entres las Ideas consideradas en sí y las cosas en tanto que participan de las Ideas. El joven Sócrates cree haber respondido a la paradoja propuesta por Zenón. El joven Sócrates ha desligado las Ideas de las cosas. Parménides, admirado de la vehemencia que pone en los argumentos el joven filósofo, le hace ver, por medio de unas objeciones, la terrible consecuencia que se sigue al no haber relación alguna entre el ámbito de las Ideas y el ámbito de las cosas: “Las Ideas no existen o bien que, caso de existir, son necesariamente incognoscibles por la naturaleza humana” (135a). Así las cosas, el joven Sócrates es desarmado por un verdadero filósofo: el anciano Parménides .

Luego de las objeciones de Parménides al joven Sócrates, aquel le enseñará un ejercicio y un método para dirigir su alma hacia la verdad (Cf. 137e). Parménides le daría una enseñanza que marcaría al joven Sócrates.

El ejercicio dialéctico. Proceso y método. Parménides sabe bien que el joven Sócrates aún no ha sido “poseído por la filosofía” porque actúa “demasiado pronto” y trata sobre las Ideas sin “haber[se] ejercitado antes” en la dialéctica (Cf. 130e, 135d). El joven está tan envuelto por el ímpetu del conocimiento que ardientemente se impulsa a los razonamientos. Pero esto no es suficiente. Debe haber un ejercicio del alma. Para ello hay que tener en cuenta que la investigación apunta hacia todas aquellas cosas que “sólo pueden captarse por la razón (lógoς) y que podemos llamar Ideas (i)de¿a)” (130e). Mas no alcanza aún con esto, se debe tener en cuenta algo más. No es suficiente “suponer que algo es y examinar las consecuencias que se siguen de esa hipótesis, sino que también hay que suponer que eso mismo no es, si quieres ejercitarte realmente”, dijo Parménides al joven Sócrates (136a). La invitación a Sócrates es a replantear su acercamiento y trato de las Ideas. Las Ideas no serían sólo tratadas en y por sí, como unidades aisladas unas con otras sin ningún tipo de conexión o relación, sino en tanto una con otra se relacionan y se definen mutuamente. El ejercicio dialéctico es arduo y largo.

Habíamos visto que Antifonte comenzaba la narración del diálogo haciendo una breve descripción de los tres filósofos reunidos en Atenas. En dicha descripción se retrataría, a mi modo de ver, tres fases del ejercicio dialéctico en el hombre: Sócrates aún muy joven pero “digno de admiración”; Zenón de cuarenta años, un hombre maduro, de cuerpo bello y “agradable figura”; y Parménides, anciano y con los cabellos blancos como signo de sabiduría, “con aspecto noble y hermoso” (127b-c). El joven representaría a aquel que aún no ha sido “poseído por la filosofía” pero que lo “poseerá algún día” (130e), esto es, aquel que estaría en un primer estadio del proceso dialéctico y que recién se ha iniciado en el ejercicio de la dialéctica, “en esos ejercicios que parecen no servir para nada y que la gente llama palabrería sutil” (135d) pero que en realidad permiten alcanzar la verdad (Cf. Ibíd.). El hombre maduro es aquel que siendo ya un hombre logrado, en cuerpo y mente, aún no es capaz de hacer filosofía por su propia cuenta, sino que logra con gran maestría exponer el pensamiento filosófico. Por último, está el anciano. Sabemos que desde tiempos inmemoriales los ancianos han sido considerados como símbolos de conocimiento de la comunidad y la tradición, son los portadores de los saberes; saberes que en algunos casos se remontan a una época divina. Aquí, el anciano es el sabio que no ha menospreciado “ninguna de estas cosas” (130e), es decir, que ha tomado todo lo existente en consideración, porque ya ha sido poseído por la filosofía (Cf. Ibíd.) y ha realizado una tarea de toda la vida.

Basta con recordar el tiempo que tomaba a los estudiantes de la Academia para ser filósofos. La Academia era un gimnasio para el alma. La mente es como un músculo: se entrena, se cuida, se perfecciona y puede alcanzar gran belleza. El ejercicio propio de esta “gimnasia” neumática y lógica es el ejercicio dialéctico, que es arduo y largo. Por lo mismo, el joven Sócrates al escuchar cómo sería el tratamiento de un solo tema, a saber: “si el ser es múltiple”, exclama: “Es una tarea interminable, Parménides, y no sé si la entiendo bien” (136c). Pero… ¿cuál es esa “tarea interminable”?

"En una palabra, sobre cuanto se suponga que es o que no es, o que está afectado por cualquier otra determinación, habrá que examinar las consecuencias que se siguen con respecto a sí mismo y con respecto a cada una de las otras cosas que haya elegido, luego con respecto a muchas y finalmente a todas; y también a los otros respecto a sí mismos y con respecto a otro que ocasionalmente hayas elegido, tanto en el caso de que, puestos a suponer, se suponga que es, como que no es, si realmente tienes intención de ejercitarte a fondo para llegar a conocer lo verdadero" (136c).

¡He ahí el proceso dialéctico! No se puede realizar en medio de las distracciones mundanas pero toma en consideración incluso las cosas más “indignas y despreciables”.

Ahora bien. Sócrates pide a Parménides que ponga en marcha con un ejemplo el proceso dialéctico. Le requiere que trate de una hipótesis. Ésta sería examinada según este modelo a seguir. Parménides trata de negarse porque es “un pesado trabajo” y “no es de poca monta” (135d). A pesar de ello, con la insistencia de Zenón, Parménides acepta. Así, por dicho pedido es que se desarrolla todo el diálogo del Parménides, en el que se exponen todas las posibilidades y afecciones y estados respecto de lo Uno, y que al final de todo el proceso se llega a una conclusión. Hagamos un alto aquí. Si es una tarea que no es de poca monta, si toma toda una vida alcanzar la verdad, lograr el conocimiento del Bien, el Ser, la Belleza y demás Ideas grandiosas, si se requiere tanto esfuerzo en el ejercicio del alma… ¿cómo es posible que en una conversación se llegue a la conclusión y conocimiento de lo Uno? Podríamos pensar que al fin y al cabo esa “tarea interminable” no lo es tanto así. Que el proceso dialéctico de todas formas es algo que no toma toda la vida sino sólo la lectura de unos cuantos libros. Quizá Descartes no estaba tan equivocado al plantear la clarividencia y perfección de su método y de sus Regulae ad directionem ingenii. Cabría pensar que Kant y los ilustrados eran perfectos platónicos pues creían en esa razón iluminadora que se haya en las letras, en el discurso oral y escrito, en la gran Enciclopedia. Si el método dialéctico tiene pasos a seguir y al final de un diálogo podemos llegar a una verdad segura, entonces las semillas de nuestra modernidad estaban ya en la filosofía de Platón. Pensar que esto es así no es una demencia. Varios autores han acusado de universalismo a Platón y su escuela, de dividir en dos el mundo, de inventar un mundo ideal que sería mejor que este sensible, y de llevarnos inexorablemente a la rigidez de la ciencia y la lógica arrancándonos de nuestro suelo que es la tierra y la naturaleza .

En efecto. Platón ha sido interpretado de esta manera y tomado a la ligera muchas veces. Quizá no se tiene en cuenta lo que la filosofía platónica nos ofrece. Quizá no se ha leído bien a Platón, pues quien lo hubiera hecho se daría cuenta que la verdad ni está en el método como algo de lo cual dispongo ni en la razón discursiva que se traduce en el lenguaje oral y escrito. Hagamos un repaso del modelo subyacente de nuestro tiempo y lo que éste nos ha dado.



To be continued...

Coalición Global

Visitantes

Colaboradores de La Coalición. Con diversidad de enfoques y posiciones

  • Carlos Pairetti - Universidad del Rosario
  • Daniel Mariano Leiro - Universidad de Buenos Aires
  • David Villena - UNMSM
  • Davide de Palma - Università di Bari
  • Dick Tonsmann - FTPCL y UNMSM
  • Eduardo Hernando Nieto - Pontificia Universidad Católica del Perú
  • Enmanuel Taub - Conicet/Argentina
  • Gianni Vattimo - Universidad de Turín
  • Gilles Guigues - Université de Provence
  • Hernán Borisonik - Sao Paulo
  • Ildefonso Murillo - Universidad Pontificia de Salamanca
  • Jack Watkins - University of Notre Dame
  • Jimmy Hernandez Marcelo - Facultad de Teologia Pontificia y Civil de Lima
  • Juan Villamón Pro - Universidad Ricardo Palma
  • Lucia Pinto - Universidad de Buenos Aires
  • Luis Fernando Fernández - Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín
  • Martín Santiváñez - Universidad de Navarra
  • Piero Venturelli - Bolonia
  • Raffaela Giovagnoli - Università di Roma Tor Vergata
  • Ramiro Pablo Álvarez - Córdoba, Argentina
  • Raúl Haro - Universidad de Lima
  • Santiago Zabala - Universidad de Columbia
  • Víctor Samuel Rivera - Universidad Nacional Federico Villareal
Powered By Blogger
Peru Blogs