Resplandor del evento
Califato Islámico y fin de la historia
Víctor Samuel Rivera
Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía


Veamos primero el significado de este evento
apropiador desde el punto de vista del hombre. Cualquier observador que haga un
esfuerzo por ser imparcial reconoce que el Estado Islámico no es una banda
terrorista. No es una comandita de asesinos. En realidad se trata de un régimen
monárquico de constitución religiosa, que se considera a sí mismo un “Califato”
y que ejerce dominación política (y no simple terror) ante millones de súbditos.
No se disputa con los islámicos si la denominación del monarca como “califa”
sea o no legítima, pues se trata de una cuestión histórico-jurídica que
corresponde a la tradición del Islam que escapa no sólo a nuestra capacidad,
sino a nuestro interés.

El Califato, a diferencia de los reinos
sunitas que lo circundan, fomenta y lleva a la práctica la guerra santa, que es
en realidad una guerra contra los Estados Unidos. Desde el punto de vista
humano, esto es justificable y no en absoluto un producto del azar. Se explica
por la obstinada política de los Estados Unidos y la OTAN en los últimos 20
años en controlar el mundo, en particular el islámico, un mundo que es el mundo
del Califa, pero que no le es propio en absoluto a los Estados Unidos y que,
además, no le significa ninguna amenaza objetiva. Los misiles nucleares de
Estados Unidos pueden devastar la Tierra. Las armas de los musulmanes en guerra
santa, si son exitosas, apenas van a llegar a los límites con Turquía e Irán. La
primera víctima de Estados Unidos fue el Emirato de Afganistán, invadido en el
año 2002. Estados Unidos ha transformado a ese reino, después de casi tres
lustros de sangrienta ocupación militar, en una pestilente república corrupta, sumida
en el caos del odio tribal y sin cuya presencia armada volvería, como es
evidente, a manos del Emir, que aún vive en el exilio. Es admirable,
humanamente, cómo el pueblo de Afganistán, como el de otras naciones oprimidas
por Estados Unidos, tiene la virtud de hacer algo que sus ocupantes, el país
más poderoso de la Tierra, no tienen: paciencia histórica. Tarde o temprano el
Emir volverá y la Coca-Cola regresará a la refrigeradora de la que nunca
debería haber salido. La segunda víctima fue Irak, la antigua Mesopotamia; ésta
era una desarmada república nacionalista multicultural y pacífica hasta que en
2003, ellos, los Estados Unidos y la OTAN, la transformaron en otra corrupta democracia
liberal, alfombrada de cientos de miles de muertos y una multitud incontable de refugiados. Pero
el punto de vista humano no nos interesa. Es demasiado republicano, demasiado
dialogante, demasiado decente para ser el punto de vista del filósofo
hermeneuta.
Veamos ahora el punto de vista filosófico del asunto, el evento de ésta, la verdadera, única y auténtica “primavera árabe”. El hombre común de las sociedades liberales se sorprende de la exacerbación de actos de violencia que indudablemente acompañan a todo episodio político que no es “una invitación a cenar”. En gran medida esto se debe al carácter moral que la persona de la calle del mundo liberal le atribuye a la violencia, que es negativo; aunque hay filósofos en esta tradición que la han defendido como intrínsecamente buena, no se recuerda que lo haya sido en un sentido moral, sino ontológico; en estos casos, tampoco ha sido la violencia por la mera violencia, sino en tanto principio de las instituciones políticas. Fuera de su consideración como procedencia ontológica de un mundo civil, la violencia en sí misma es siempre indeseable. Su extremo hermenéutico es, en la muerte del enemigo, también la propia muerte. La violencia no es, pues, del deseo del hombre. Pero puede serlo de su interés; no de su interés personal, sino de su interés histórico. Y justamente un filósofo que une el interés en los acontecimientos políticos con el despliegue social de la violencia es Inmanuel Kant, uno de los más decisivos pensadores a quienes se debe el mundo liberal mismo que se espanta de la violencia que implica el nacimiento del reino del Califa y de la guerra santa islámica.
Y es que si Estados Unidos ha usado y usa
históricamente de la violencia para sostener su hegemonía, es porque le
subtiende un horizonte metafísico que justifica ese proceder. Cuando los
Estados Unidos, la potencia nuclear más grande y rica de la Tierra, utiliza su
poder militar contra países indefensos que no podrían ni arrojarle una piedra,
es porque hay un esquema conceptual que califica esa violencia como una
invitación a cenar en la que el atacado ha rechazado previamente su asiento.
En los textos de Inmanuel Kant relativos a la
Ilustración, pero más en particular a sus consecuencias sociales, incluida
entre ellas la Revolución Francesa, consideraba que los actos de violencia
política estaban indisolublemente ligados a una consideración que estaba
inspirada por el interés con la historia. Dependían de un punto de vista relativo al camino de la historia, lo que él
denominaba “un hilo conductor”, esto es, un sentido legitimador. Lo que importa
aquí es esta noción del vínculo del hombre con los eventos históricos en
términos de interés. Kant consideraba
que los actos sangrientos de la Revolución Francesa no podían ser condenados, a
pesar de que no se le escapaba que, considerados moralmente, eran atrocidades;
a Kant le resultaba obvio que esos crímenes atroces no podían ser tomados como
meros delitos, que podían servir para encauzar a los perdedores, como es
frecuente desde la Segunda Guerra Mundial y la invención de los “Derechos
Humanos” para justificar el ajusticiamiento de los jerarcas nazis contra la
lógica del Derecho Internacional vigente en la época de su invención. Hoy los ideólogos del pacifismo encubren con su
palabrería una crueldad de la que ellos mismos no dudan en llevar a cabo,
suprimiendo (en las palabras) de la idea de la política la posibilidad de que
en su interés se halle la muerte. Kant pensaba, contra sus sucesores
pacifistas, que los crímenes revolucionarios sí estaban justificados si tenían
un objetivo que fuera de interés político, pues separaba ese interés de la
consideración moral. Pero ese interés político no era arbitrario: estaba
justificado en el punto de vista correcto, “el hilo conductor” del sentido de
la historia.
Kant pensó seriamente, lo cual es increíble
para quien esto escribe, que el interés que veía con una sonrisa cada lista
nueva de asesinatos en la guillotina estaba relacionado con la esencia humana;
la sonrisa de Kant ante la sangre de los inocentes era la sonrisa de la
humanidad. Es posible que los nazis que sonrieran ante la lista de nuevos
judíos ejecutados en cámaras de gas fuera muy parecida, aunque hay que admitir
que su mueca de gozo nietzscheana debía ser más alegre que la del amargado
liberal de Kant, que era una persona resentida y odiosa. Cuando en 2012 Osama ben Laden fue asesinado brutalmente por
un comando de los Estados Unidos, sin juicio previo que se sepa, Barack Obama, y
algo de humanidad liberal dentro de él, llevó consigo un largo suspiro de
felicidad muy parecido.
El punto de vista del interés es histórico, lo
cual puede hacer sospechar que es relativo; pero ésa no era en absoluto la idea
de Kant, que pensaba que había un punto de vista que era cualitativamente
superior a los demás, y que ese punto de vista estaba ligado con la Ilustración.
Para Kant el programa ilustrado no consistía –como erróneamente puede a uno
hacerle sospechar los textos dedicados al tema- en la incorporación del interés
al escrutinio de la opinión educada de una sociedad que conversa; Kant pensaba
más bien que había un vínculo a priori entre
el avance tecnológico y del conocimiento con la esencia humana, y que esa
esencia humana tomaba posesión –por decirlo de alguna manera- del espacio donde
realizar las instituciones y prácticas compatibles con el desarrollo o la
acumulación del conocimiento y el dominio tecnológico de manera violenta. El
interés por la violencia en la istoria estaba ligado con el progreso del
conocimiento, que lo justificaba. Sin saberlo, Kant esbozaba de esta manera una
concepción del interés por la historia que sólo podía tener una dirección, y
que vinculaba cualquier otro punto de vista (de repugnancia moral por el terror
revolucionario, por ejemplo) con el rechazo del conocimiento y el desarrollo
tecnológico, esto es, con el atraso o la ignorancia, impropios del hombre. Los
puntos de vista que disentían de su sonrisa sanguinaria se estrellaban en el
fracaso pues, la expansión del conocimiento era un hecho fáctico, algo que no
se podía negar. Los puntos de vista contrarios a la violencia ejercida por la
Ilustración podían y debían censurarse ante el carácter imponente del progreso
del conocimiento.

A lo largo del siglo XIX la visión de la
historia como un interés en que la violencia política y social trajera al mundo
las prácticas e instituciones de lo que se llamaría después de Kant
“liberalismo” aparecía como un efecto sabroso del progreso humano se relacionó
con un hecho fáctico de una originalidad y una pregnancia mayores, que fue la
expansión del intercambio comercial. Aunque esta idea no era novedosa, se hizo
popular, y el punto de vista de la economía comenzó a parecer el mismo que el
del progreso de la ciencia, de tal manera que el aumento, no sólo en el
conocimiento, sino también en la riqueza material se identificó con el interés
humano. La violencia social vista desde el interés de la esencia humana era también
un derecho del progreso entendido ya no sólo epistemológicamente, sino
económicamente, con lo cual el interés de la humanidad y el desarrollo
económico y tecnológico llegaron a parecer la misma cosa. Esta economización de
la naturaleza humana hizo de la historia el escenario de una violencia
necesaria para que la humanidad alcanzara bienestar y este punto de vista no
sólo fue abrazado por la concepción liberal de la historia, sino también por
sus variantes en apariencia muy diferentes, como el socialismo y el comunismo.
Estas ideologías transformaron la violencia revolucionaria en una empresa
económica y descalificaron a los adversarios cuyas ideas o prácticas políticas
no fueran también económicas.


9 comentarios:
Bismillahi Rahmani Rahim. Hola Víctor Samuel, te envié algo en relación a este tema. La metapolítica del estado islámico. Saludos amigo. Nureddín.
Felicitaciones por tan brillante artículo, escrito como siempre en un estilo polémico y desde una perspectiva heterodoxa. El nuevo Califato es un país que debe ser reconocido es muy laudable, y que la guerra santa es un medio para conquistar sus territorios también suena razonable. Que los EEUU ha satanizado al EI es evidente.
No obstante, la hermenéutica política está considerando actualmente las siguientes variables:
1. el EI es un engendro del propio EEUU para utilizarlo como caballo de Troya para destruir Siria e Irán
2. es muy sospechoso la gran efectividad de las operaciones militares del EI sin el apoyo en inteligencia de medios muy sofisticados que solamente lo puede proporcionar la CIA.
3. los EEUU al no poder destruir Siria por la oposición de Rusia y China ahora se sirve de una quinta columna terrorista
4. el EI recibe apoyo logístico de Arabia Saudita, Israel y Turquía, a través de una partida secreta del Pentágono, proporcionado por el Reich bilderberg, para completar la destrucción de regímenes opositores a la política imperial.
Considerando estas variables es posible mantener un juicio cauteloso y atento a los acontecimientos aun oscuros e inciertos.
Gustavo Flores Quelopana
Estimado Nureddín, tu artículo, largamente esperado y deseado, ha sido colgado hoy. Difúndelo. El tema de la legitimidad del Califato está, como ya he declarado, fuera de mi competencia tanto profesional como religiosa.
Un abrazo.
Estimado Gustavo;
Ante todo, te agradezco la lectura del artículo que es antes que nada un artículo de filosofía al que muchas personas temen comentar. Lo he mandado a todos mis contactos académicos y eres el único que se ha atrevido a publicar aquí y no limitarse a mandarme mensajes en las cuentas reservadas.
¿Sabes? Es evidente que el nuevo reino de Levante es un error de la política internacional de Estados Unidos que, en efecto, ha financiado a los terroristas que han proclamado el reino hace pocas semanas. Pero: Estados Unidos ya no tiene el control del Estado Islámico o Califato y ahora tratan de contener su crecimiento apoyando a los kurdos y los chiítas de Irak, ya que no pueden hacerlo por medio de Siria-
Indudablemente este es un evento, que unido con la nueva monarquía africana augura un quiebre, para quien sabe interpretarlo solo le queda temer o alegrarse, dentro de mi libro esto recibe el nombre de tras contextual , es decir lo que sale del contexto, de lo que tiene un significado, tu articulo es extraordinario, me a gustado mucho.
Estimado Dr. Rivera
Al filósofo el horizonte le atrae, no el horizonte que a su vista se escapa, sino aquel que no se deja ver bajo la luz del concepto, luchador e intrépido con el lenguaje y así es el artículo de Víctor Samuel Rivera, en el se juntan la interpretación audaz, el ámbito nouménico del evento y la pregunta no problemática, sino como diría Marcel, propia del misterio.
Éxitos
Estimado José Luis;
Sé que usted ha leído varios de mis textos de hermenéutica política y que no le disgusta mi concepción de ésta, que puede calificarse de "esotérica". Un ejemplo es "Influencia divina en la Constitución política", que fue mi ponencia plenaria en el Congreso de Filosofía del año pasado. Lo que me gusta más es cómo recrea a
veces usted mi lenguaje filosófico desde otras fuentes. De hecho, tenemos mucho de qué hablar.
Y aparte, ¡Viva el Rey de Levante, portador del Ereignis!
VSR
Enrique Carrión dice:
Gracias, profesor Rivera, por su excelente artículo. Sé que mucha gente (incluyendo filósofos) no lo van a "entender", pues es de pocos llegar a descubrir las profundas motivaciones de quien posee un mundo de sentido al que quiere ser fiel. Las clases que recibí, cuando fui su alumno, me permiten, ahora, comprender su enfoque hermenéutico del tema.
Con aprecio y respeto:
Padre Enrique Carrión
Estimado Padre Carrión;
Le agradezco sus palabras de aprecio y comprensión. Portales como La Coalición son espacios de reflexión filosófica y es en clave filosófica que deben leerse las colaboraciones aquí. En mi caso, desde la hermenéutica política.
Aparte, tengo pendiente material de usted que pienso publicar pronto sobre "violencia buena y mala".
Un gran abrazo.
VSR
Publicar un comentario