La metapolítica del Estado Islámico y el Islam
Nureddín Cueva García.
Dhul Hijja 1435 / Octubre 2014
Bismillahi Rahmani Rahim
“Cuando lo blanco se llame negro y lo negro se llame blanco. Será la Era del Anticristo. Estamos en esa época, hemos entrado a ella”. Así nos enseñaba apenas cinco años atrás mi maestro de querida memoria, descendiente de Muhammad el Profeta del Islam, con él sea la paz, y del Califa Otomano Sultan Mehmet Fatih II.
Hoy, en Siria e Irak, una agrupación armada se ha hecho de un territorio, y armada de un salvajismo que se justifica y se glorifica para estupor del mundo, corre en boca de todos la frase ‘estado islámico’ asociándola a un monstruo vicioso, ejemplificación del odio y la barbarie.
“No se asombren de que en el futuro se quiera nombrar a un ‘califa’ fabricado por manos ajenas”, nos advertía.
Así nos enseñaba desde su visión espiritual el sunni, el sufí, el guerrero de Allah, Sheykh Abdul Kerim Kibrisi.
Y es que estos últimos años, sin duda, son la época de la confusión.
Antes, para ser un Estado debías tener reconocimiento de otros estados, embajadas, relaciones internacionales, el reconocimiento mal que bien cuando menos de la población.
Antes estaba claro que si sólo gobernadas un pedazo de territorio particular, eras en términos islámicos un Emir o a lo sumo un Presidente de un país o un Rey pequeño.
Siempre reservamos el título de Califa para una realidad digna de algo superior. Califa es aquel que representa al Profeta Muhammad, la paz sea sobre él, tras la partida de éste a la Vida eterna. Es el gobernante de la Nación del Islam.
¿Cómo así escasos 10,000 militantes podrían tener la representación de más de … 1,200 millones de musulmanes del mundo para designar, no ya un emir para sí, sino al mismísimo Califa reconstituido? 1,200 millones de musulmanes, repartidos en todo el mundo, en particular en más de 40 países islámicos.
El Califa es la sombra de Dios en la tierra, dice un proverbio de sabiduría. Y es que su gobierno custodia no menos que los dos lugares santos por excelencia del Islam, Meca y Medina. Y desde allí, como hicieron los Otomanos, la Media Luna se extiende por tres continentes, abarcando las otras dos ciudades santas, Jerusalén y Damasco.
Pero el líder de este grupo rebelde no controla ninguna de las cuatro ciudades. Más aún, el ‘califa’ ¡necesitaría visa para ir a Meca y Medina!
Para hacer un paralelo al lector no musulmán.
¿No se basaba la legitimidad del emperador romano se basaba en su condición de Pontifex, es decir, puente entre el Cielo y la Tierra? ¿No era el emperador chino, según la tradición extremooriental, un Hijo del Cielo y la Tierra? En Occidente mismo, ah cuando Occidente era en buena cuenta oriental, ¿no derivaba la legitimidad de Carlomagno de su condición de ser el líder del denominado Sacro Imperio Romano Germánico, por confirmación del mismísimo Papa o el líder de las naciones cristianas?
Ahora bien, tales relatos de legitimación pertenecen al reino de las fantasías (desde un punto de vista) y al campo de las narrativas de la cosmovisión (desde otro punto de vista, complementario del anterior, sin embargo) del prestigio antiguo de la unidad religiosa.
Para el Islam, que vino a acabar con las idolatrías y los autoengaños de las Gentes del Libro y las naciones del orbe sin acabar no obstante con la potencia solar del espíritu, tales legitimaciones son a lo sumo manifestación impropia de la fitrah (la naturaleza íntima) del liderazgo unificado.
Pero en el Islam, como fue el caso de los Khulafa e Rashidun, los Cuatro califas Rectos, y lo es de nuevo con los Califas Otomanos –si bien a una escala religiosa de menor orden y rango que la de los Cuatro Ejemplares- el Califa es la cabeza que representa en el orden visible al Mensajero de Dios, la paz sea con él, con el cual se conecta este mundo a la Voluntad del Señor de los Cielos y los mundos. Y las órdenes de espiritualidad y los maestros que ponen su pie en los Cielos, las tariqas y los shaykhs sufís, daban soporte al Califato.
Pero este autodenominado ‘Estado Islámico’ –sin importar cuántas imágenes otomanas se le asocie por un autor amigo mío en su reflexión sobre el mismo- detesta a los otomanos, a los sufís, a los Imames de la Casa Bendita [Ahlul Bayt] (que los sufís y los sunnis cultos del Islam tradicional, lejos del shiismo, son los primeros en reconocer con amor y admiración) (1). Y devora –si pudiera- a todo lo que signifique el ascenso en la escala del Ser.
Y detesta todo ello, bajo la doctrina de la odiosidad de la apostasía por encima de la incredulidad (kufr), más inclusive que a los mismísimos soldados sionistas que bajo la crueldad del estado paródico de Israel aplasta a una nación hermana nuestra hace décadas bajo el silencio del mundo.
¿Qué legitimidad política o metapolítica puede tener este grupo de sanguinarios?
Más de 160 prestigiosos ulamas y líderes religiosos sunnitas del orbe de nuestra Nación ¡los descalifican y los llaman al orden y a dejar su claro extravío! Y hacen el recordatorio en su carta pública no menos que a una profecía del mismísimo Mensajero de Dios, la paz sea con él, que los describe con clarividencia, para quien quiera advertir estos asuntos (2).
“Fabricado por manos ajenas”.
Sin duda. Véase al senador McCain en la foto cuando está reunido con el hoy Califa, antes de que el Congreso norteamericano aprobara un millonario fondo para esos rebeldes. Sépase dónde entrenaron y cómo consiguieron sus primeros fondos, bajo la venia cómplice de qué servicios secretos qué hospitales recibieron a sus primeros heridos. Thierry Meissan tiene mucho que decir al respecto (3). Hoy, al salirse la criatura de control, la hipocresía amnésica de Occidente y de algunos estados de Medio oriente se pone en marcha para controlarlos. Sabemos de los juegos de fondo, como cuando Bin Laden era representado como luchador por la justicia antes de que se volviera contra sus amos. Pero amnésicos o no, a este pseudo-estado no le corresponde más que el desprecio Divino.
“Ellos traman, pero Allah es el mejor de los que traman”, dice Allah en el Sagrado Corán.
Este pseudo estado no es un grito premoderno, ¡qué va! Los líderes jihadistas (a lo Maududi) son el refrito moderno en el mundo post-colonial de Medio oriente y el casus belli de sus amos capitalistas. Es la toma de la Bastilla y el grito estatista del Leviathan de la revolución política moderna, activando la nueva guillotina (4).
Pero la Hora se acerca. Sin duda, habrá un Califa en Estambul –la descendencia subsiste y está siendo preparada- y tras él, se verá al Mahdi que más del 60% de los musulmanes esperamos y del cual numerosos maestros sufís oyen sus pasos cada vez más cerca (5).
“Cuando veáis las banderas negras, permaneced donde estáis y no mováis las manos o los pies. A partir de entonces, aparecerá una gente débil e insignificante. Sus corazones serán como trozos de hierro …” [Muhammad, Profeta del Islam, la paz sea con él].
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NOTAS DEL TEXTO
(1) Véase al respecto: http://peru-islam.blogspot.com/2011/12/ahlul-bayt-en-los-hadices-y-el-islam.html
(2) La narración se encuentra al final de la carta colectiva de los sabios sunnis: http://lettertobaghdadi.com/translations/spanish.pdf
(3) Periodista francés, especialista en Medio Oriente: http://www.voltairenet.org/article185089.html
(4) Así ya lo menciona, en su artículo, el profesor Kevin McDonald. Su artículo aquí: https://theconversation.com/islamic-states-medieval-ideology-owes-a-lot-to-revolutionary-france-31206
(5) Sobre este tópico: El Islam y el Final de los Tiempos: http://peru-islam.blogspot.com/2012/02/el-islam-y-el-final-de-los-tiempos.html
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