domingo, 7 de septiembre de 2014

Breve reseña sobre la historia de la hermenéutica

Breve reseña sobre la historia de la hermenéutica


Carlos Pairetti
Universidad de Mendoza
  
“Existen diversos modos de narrar la historia de la hermenéutica y, precisamente, esto, es la esencia de la hermenéutica”. Dicho lo cual, lo primero que cabe señalar es que, en Grecia, la hermenéutica designaba el arte de la interpretación, la actividad de transmitir mensajes de los dioses a los hombres. En este sentido ─según el cual la hermenéutica es un ángel, literalmente un mensajero─, del que da testimonio Platón, la hermenéutica aparece unida a la interpretación de los oráculos (Política, 260d-e; 290c) y, al menos en parte, a la poesía, ya que también los poetas son mensajeros de los dioses (Ión, 534e); a este ámbito se refiere la raíz tardía que hace remontar la hermenéutica a Hermes, el mensajero de los dioses. Hermes (cuyo nombre remite a pies alados), célebre por su velocidad, figura atlética y agilidad, y que ejercía la actividad práctica de entregar los anuncios, las advertencias y las profecías de los dioses del Olimpo. Es por ello que en el Ión y en el Banquete de Platón la hermenéutica se presenta como una teoría de recepción y como una práctica para la transmisión y la mediación: Hermes tiene que transmitir aquello que está más allá de la comprensión humana de manera que pueda ser captado por la inteligencia humana. Pero en esta transmisión Hermes era a menudo acusado de latrocinio, traición y hasta de anarquía, porque los mensajes jamás eran precisos; en otras palabras, sus interpretaciones siempre alteraban los significados originales. Más que un error, la interpretación es la contribución real de la interpretación; a diferencia de las descripciones (que persiguen el ideal de la explicación total), la interpretación añade una nueva vitalidad al significado. Por esa razón, Dilthey (que fue el primero en esbozar sistemáticamente la historia de la hermenéutica) veía en la esencia de la hermenéutica la prioridad de la interpretación por encima de la indagación científica, la crítica teórica y la construcción literaria.

Esto se vincula directamente con el hecho de que en el origen, la hermenéutica no ocupa pues una posición destacada. El racionalismo griego clásico, que identifica el conocimiento con la visión teorética, enlaza la experiencia hermenéutica con el ámbito de los saberes inciertos, sibilinos como los dichos de los oráculos, y pertenecientes más bien al dominio de la opinión que al de la ciencia cierta. A esto hay que añadir que, durante largo tiempo, los griegos no elaboraron una reflexión sobre la distancia temporal, de manera que la necesidad de interpretar eventuales mensajes provenientes del pasado resultaba secundaria. Habrá que esperar el declive del mundo clásico para que la hermenéutica obtenga una interpretación distinta.

En la antigüedad tardía, se establecen, por tanto, los tres ámbitos tradicionales de la exégesis, uno sagrado y dos profanos; pero, sobre todo, comienza a delinearse, a través del cristianismo, el primer esbozo de una filosofía de la historia, que ya no es concebida ─y, en suma, negada─ según el modelo griego, como un círculo increado en el que las cosas están destinadas a repetirse eternamente, sino como una línea que comienza con el Génesis, pasa a través del sacrificios de Cristo y concluye en la resurrección.
  El Medievo seguirá considerándose más bien un epígono extremo de la época clásica, y proseguirá las orientaciones hermenéuticas presentes en la Patrística: y en particular la hipótesis de la coexistencia de un sensus litteralis, histórico, con un sensus spiritualis, místico, dividido a su vez en alegórico, moral y anagógico (concerniente al destino humano del lector). Se trata, precisamente, de la extensión teológica de la experiencia de la canonicidad de los textos registrada en la cultura clásica: en la medida en que cada una de las necesidades de la vida pide ser insertada dentro de un horizonte tradicional, será necesario preparar una metodología capaz de adecuar la letra del libro a un espíritu que se renueva cada vez.
 

Contra esta perspectiva se moverá, a partir del siglo XIV, el humanismo italiano. A diferencia de los hombres del Medievo, los humanistas miran la antigüedad como a una época acabada, pero, en cuanto tal, con la posibilidad de ser definitivamente objetivada. Esta actitud dista mucho del problema central de la hermenéutica: el hecho de que las mayores innovaciones de la hermenéutica no surgen cuando una tradición parece clara y participada, sino cuando se advierte su lejanía, de modo que se trata de reemplazar una transmisión viva mediante un renovado conocimiento filológico e histórico de los monumentos literarios del pasado.

En esta perspectiva se inserta el giro de la reforma protestante, que introduce la adquisición de la filología humanística, ahora ya europea, dentro de la problemática religiosa: contra el intento de la iglesia romana de integrar las escrituras en la tradición viva del rito, Lutero afirma el principio, de base filológica, de la sola Scriptura (este axioma, relativamente tardío, es afirmado por Lutero en 1520).
  Será el romanticismo, con un renovado interés por la tradición, el que haga fructificar la erudición del siglo XVIII y ponga al mismo tiempo las bases para señalar la nueva importancia clave del problema hermenéutico. No es ante todo a la distancia temporal, sino a la alteridad personal, a lo que hace referencia la universalización de la hermenéutica en Schleiermacher, quien parte de un concepto antropológico según el cual los otros son un concepto para mí, de modo que todas sus expresiones, pueden ser mal entendidas; pero el que cualquier palabra de otro resulte expuesta a un malentendido requiere que la hermenéutica intervenga en toda comunicación interpersonal, y que todo comprender sea interpretado.

Avanzando mucho más adelante en la línea histórica aparecerá en 1927 la obra Ser y tiempo de Heidegger, en la cual no sólo todo conocimiento es histórico-hermenéutico, sino que toda nuestra existencia es hermenéutica, en cuanto que nosotros mismos formamos parte de la tradición histórica y lingüística que sistematizamos en las ciencias del espíritu. El carácter circular por el que no podemos objetivar la tradición que nos constituye como sujetos no debe ser entendido, sin embargo, como un círculo vicioso. El círculo hermenéutica constituido de esta forma no aparece como un límite, sino como un recurso, en cuanto reconoce el condicionamiento histórico y existencial de todo nuestro conocimiento, que es, siempre y de cualquier modo, una interpretación que no alcanzará nunca una objetividad final.


Para finalizar, entre los hermeneutas actuales, se encuentra Gianni Vattimo, para quien la hermenéutica constituye la nueva koiné, y en resumen la lengua franca, de la filosofía contemporánea, caracterizada por la consideración según la cual la objetividad no constituye una instancia de referencia última, ya que resulta determinada por la tradición y por la historia. 

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