Carlos Pairetti
Universidad de Mendoza
Comunismo hermenéutico, libro de cariz ético-político, junto con
Ecce Comu y El socialismo, o sea, Europa, por nombrar algunos, integran una
etapa política en el itinerario reflexivo de Gianni Vattimo. Esta tesis es
defendida, como se sabe, por Giovanni Giorgio, quien ha señalado diversos
momentos en la obra del pensador italiano, siendo ahora el político uno de
ellos, aunque, en rigor de verdad, esta postura interpretativa no es
exclusividad suya, dado que en la actualidad otros pensadores la comparten. Pues
bien, en contraposición a esta respetable línea de análisis, personalmente
sostengo, a pesar de no poder desarrollar in
extenso aquí los argumentos a favor de esta posición, que el pensamiento de
Vattimo debe leerse como una hermenéutica de la disolución, la cual recorre de
cabo a rabo su trayecto especulativo, otorgándole unidad y cohesión.
En el caso de Comunismo hermenéutico, libro que ahora demora nuestra atención, la hermenéutica de la disolución deviene praxis, acción concreta, comprometida con el complejo intento de hacer visible lo invisible, de dar voz a los silenciados de la historia, de hacer que el Ser ─para decirlo con Heidegger─ aparezca en su diferencia. Pero ello no es todo, también la hermenéutica disolutiva toma nota de la importancia que tiene la actitud, subrayada en reiteradas ocasiones por Vattimo, de aguardar y preparar un nuevo advenimiento del ser. Cuestión que coloca, con todo lo escandaloso que pueda sonar esto, el evento del ser en el centro mismo de la revolución. En otras palabras, entonces, en esta hermenéutica de la disolución pueden distinguirse dos sentidos, uno, el de su puesta en obra por parte de los sujetos orientada a obliterar las demandas de objetividad que ostentan describir fehacientemente una situación epocal, y, el otro, articulado a través de un acompañamiento interpretativo de la disolución inherente a la estructura del ser en sí mismo. Vale decir que, el comunismo hermenéutico mide todo el alcance de su proyecto político en la medida en que, apoyándose en la hermenéutica de la disolución, instala, sostiene y propicia el conflicto de las interpretaciones, al tiempo en que, jamás da por descontado, que si alguna especie de “revolución” es posible todavía, ella ha de esperarse como resultado de un evento del Ser, preparado y esperado por los sujetos. De lo indicado, entonces, se desprende que lo esencial del comunismo hermenéutico, leído desde la hermenéutica de la disolución, es el desafío irrenunciable de calibrar cada evento del ser con el proyecto emancipador humano. Pero este proyecto, tal como se patentiza en el libro Comunismo hermenéutico, no puede circunscribirse a la esfera de lo político si en verdad quiere propiciar una real transformación del mundo, por consiguiente, debe hacer cuentas asimismo con cuestiones de índole religiosas, antropológicas, éticas, estéticas, científicas y, por supuesto, filosóficas. De ahí que este libro se aboque a un tratamiento, sin pretensiones de agotarlas, de las mentadas aristas de la realidad.
En este orden de cosas, entre los diferentes temas abordados, uno reclama particular
atención, dado que es el resultado directo de la hermenéutica de la disolución,
me refiero concretamente a la noción de conversación. A su vez, esta se vincula
directamente con la concepción eventual del ser en la medida en que nos
encontramos inmersos en esa experiencia sin habérnoslo propuesto de antemano,
como sucede con el orden exigido para el diálogo. ¿Qué ventajas presenta esta
noción para preferirla al diálogo? Pues bien, ante todo, la de tornarnos
profundamente sensibles a los inesperados acontecimientos (Ereignis) que, como es sabido, des-configuran y re-configuran,
des-fundamentan y re-fundan, constantemente, el horizonte de sentido histórico,
social, lingüístico de una época. Por tanto, en virtud de ello en una
conversación no podrá apelarse, como lo hace un metafísico, a determinados
argumentos perentorios para hablar de la realidad. Luego, como consecuencia de
lo anterior, la conversación, hace emerger el relativismo y la debilidad del
pensamiento, que las imposiciones del diálogo ─como señalan los autores─ tanto habían ocultado para conservar el
orden político.
Reclamando sumariamente lo abordado en este breve estudio, diría que el
proyecto político contenido en Comunismo
hermenéutico, podrá efectivizarse a condición de que la hermenéutica
desarrolle gradualmente su potencia disolutiva y, a su vez, interprete la
disolución del ser, o, en otros términos, su intrínseca tendencia a la
caducidad. Lo expuesto, muy bien se corresponde con una indicación programática
de Zabala y Vattimo, quienes piensan que una política no puede estar basada en
argumentos científicos y racionales, sino únicamente en la interpretación, la
historia y el acontecimiento. Si todo ello se tiene en cuenta, cada vez menos
serán quienes se enfrenten a sus interlocutores convencidos de que la verdad
que defienden refleja objetivamente el ser siempre interpretado como la
presencia de algo presente. Finalmente, entonces, si el ser ya no se identifica
con la presencia, para el caso que nos ocupa, con un orden político, religioso,
ético determinado, siempre se estará en la espera de un nuevo desocultamiento
del ser que nos empujará a modificar las propias interpretaciones, como así también,
a abrirnos a una conversación liberada de todo deseo de ganar la discusión,
antes bien, permitiendo que el conflicto y la discrepancia de perspectivas
aflore.
Quizás este sea un modo débil, por carecer de un significado unívoco de
libertad igual para todos, sin embargo, a pesar de y gracias a la ausencia de
una coordinación central, todos, a la luz de la hermenéutica de la disolución,
podemos devenir intérpretes responsables de nuestra propia existencia. Si el comunismo
hermenéutico no se entiende como un oxímoron…, no sabría indicar una
alternativa con mayor talante emancipador: anhelar todos juntos aquello que nos
hace tan diferentes, sin desentendernos de los demás. En total correspondencia
con esto que acabo de afirmar, es oportuno citar una vertiginosa frase de
Nietzsche que reza: “La valía de un
hombre se mide por la cuantía de soledad que le es posible soportar”.
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