LA RELIGIÓN DENTRO DE LOS
LÍMITES DE LA PURA RAZÓN
(resumen de la obra para uso de estudiantes)
Alejandro Molina
FACULTAD DE TEOLOGÍA
PONTIFICIA Y CIVIL DE LIMA
Emmanuel Kant escribe esta obra en 1793 con
título en alemán Die Religion innerhalb der Grenzen der bloßen Vernunft.
Si bien su propósito era no se proponía ser algo taxativo, sino más bien ser
motivo de disputa, su influencia terminó siendo de gran importancia para la
teología y la filosofía de la religión. Está compuesto por cuatro partes (o piezas)
puesto que fue escrito a manera de cuatro artículos periodísticos.
La Primera Pieza apareció en el Berlinische
Monatsschrift de abril de 1792. Al querer Kant publicar la Segunda Pieza
tropezó con la censura del Rey que le impidió publicarlo en este periódico.
Kant entonces compiló las cuatro piezas y de dispuso a publicarlas como un
libro, enviándolos al departamento de filosofía de la Universidad de Jena,
evitando así la censura teológica. Kant fue reprendido por su acción de
subordinación. Aun así, publicó una segunda edición en 1794, lo que provocó la
ira del censor, quien buscó la orden real que impidiera a Kant publicar o hablar
públicamente, de por vida, sobre materias de teología.
En cuanto al título, vemos que este está
basado en una metáfora que Kant utiliza en la introducción y continúa usando a
lo largo del libro. La religión racional es representada como “desnuda” (bloßen),
mientras que las religiones históricas son consideradas como “ropaje” que debe
ser considerado vehículo inapropiado para que las verdades religiosas lleguen a
los pueblos. Cabe señalar que, si bien Kant pudo haber querido una traducción
un poco más ruda, la palabra bloßen también puede significar “puro,
simple” en el original
alemán.
Kant introduce su libro con una pregunta:
¿Puede un hombre, guiado sólo por la racionalidad práctica, honrar la ley moral
y construir su propio mundo? En primer lugar, guiado por su racionalidad
práctica, no deberá optar por un mundo donde la felicidad dependa del valor de
lo moral, sino del deseo de alcanzar el Bien Mayor, donde el virtuoso podrá
encontrar la felicidad como virtud de virtudes. También se vería obligado a
construir este mundo teniendo a este Bien Mayor, Bien Supremo, como ley moral
sobre la que se base todo. Este hombre creará este mundo del Bien Mayor porque
sabe que es lo correcto de acuerdo con la ley moral, y es lo que dará
significado a lo que cada uno realice.
Esta parece ser la reflexión y conclusión de
Kant, quien no sólo quiere que las personas imaginen este mundo sino que
también se den cuenta de que están obligados a construir un mundo con estas
características, y de que tienen el poder para hacerlo. De ahí se deriva la
reflexión kantiana sobre la religión, y sobre qué tipo de religión será la más
adecuada para los humanos. Para esto, parte de un llamado por investigar las
condiciones humanas, comenzando con la natural tendencia del hombre hacia el
mal. Esto ciertamente refleja una influencia del sistema legal criminal, en el
cual se castiga a las personas por desobedecer a la ley, sin que haya ningún
tipo de recompensa para aquellos que la cumplan, siendo esto una mera
responsabilidad y no algo en términos de eficacia (en miras a obtener algo en
retorno).
En la Primera Pieza el tema central es el mal
humano. El ser humano, ciertamente hecho para alcanzar el bien, automática
y voluntariamente opta por el principio del mal (egoísmo, interés sólo para sí
mismo. Por esto, el mal debe ser atribuido no sólo a los individuos sino a
todos los seres humanos como especie. El mal es una elección natural y
voluntaria, quizá hecha desde el nacimiento, para dejar de cumplir las normas
morales cuando se tenga la ocasión, si es que se encuentra ventajosa a
nivel personal. Apoyamos esta tendencia cuando evitamos discutir los principios
de las acciones de los demás y ver los efectos de no ver la diferencia entre el
bien y el mal. Justificamos la mentira en nosotros y en los demás, por ejemplo,
para demostrar el mal, cuando creemos que hacemos el bien. Hay una corrupción
natural de significados cuando se trastocan los principios morales, tanto a
nivel personal como a nivel social, de manera que el mismo
término “moralidad” cae en incertidumbre y ni siquiera sabemos a ciencia cierta
qué significa.
En la Segunda Pieza la reflexión gira en
torno a la posibilidad del cambio. Para que sea posible reordenar el
lenguaje y poder decir las cosas claras es necesario retirar la idea del hombre
perfectamente justo, del hombre recto, de aquel que nunca cae en el egoísmo
sino que siempre busca hacer lo que es justo, recto. Esta idea podría ser incluso
racionalmente válida (como producto de la racionalidad humana), pero no ha
existido una persona así en toda la historia de la humanidad ni existirá. Lo
que nosotros necesitaremos en la religión será que le ayude a ser, moralmente,
una mejor persona, y que la experiencia le dé esta evidencia, para que
finalmente “perdone las ofensas” y sean las suyas perdonadas. Estas
dificultades deben ser superadas de una manera racional por cualquier hombre
que quiera cambiar sus caminos hacia el bien. Sin ser una persona distinta, es
posible considerar la disposición de convertirse en moral y por lo tanto ser
considerado en una corte moral, en la que sus actos comiencen a manifestar cada
vez menos los vestigios de su vida pasada. La experiencia puede decir si una persona
está progresando en su perfección moral (o si continua siendo mala) pero nunca
si ha alcanzado la santidad o si no necesita esforzarse más por vivir la
virtud. Sin esperar ningún perdón, este “hombre nuevo” sufre los vestigios de
la “hombre viejo” sin quejarse y sin solicitar crédito por las buenas acciones,
y asumir estos males teóricamente como asociados a un principio moral serán una
expiación del infinito mal que el “hombre viejo” teóricamente fue capaz de
hacer en su disposición previa (en cada caso y tiempo que no haya optado por el
bien). Esta será la manera moral de proceder según Kant.
En la Tercera Pieza, se reflexionará sobre
las expectativas racionales. A continuación, se deberá lidiar con el
precario concepto de “hombre nuevo” y su relación con el precedente “hombre
viejo”. Éste estará tentado constantemente y poderosamente por la expectativa de
no ser exitoso en su propósito de alcanzar este nivel de virtud moral, sin
importar qué tan grande es su dedicación. Es así como llegamos al “deber
curioso” que no pertenece al hombre mismo como hombre (refiriéndose a la
perfección moral), sino que se obtiene como fruto de un proceso social (que es
hacia donde se dirige en último lugar la perfección moral).
En virtud de este deber encontramos que todos
los hombres necesitan ayuda y tienen que ayudarse mutuamente (el llamado al
deber pide dar lo mejor de nosotros mismos). Si yo alcanzo la perfección moral,
puesto que es mi intención como “hombre nuevo”, entonces tendré que ayudar a
los demás, así como si los otros quieren la perfección moral me tendrán que
ayudar a mí. Tenemos el deber, un compromiso con el otro, un deber de especie
con el resto de la especie, un deber de las especies consigo mismas (incluso si
el éxito no está garantizado). Como resultado, estos “sindicatos” deben ser
formados y pasarán a llamarse “Iglesias de Dios”. Dios es entonces introducido
como el dador de la ley que garantiza que dicho “sindicato” esté siempre
moralmente fundado y dirigido. Es decir, según esta concepción, para los
miembros de las iglesias Dios habrá ordenado la ley moral y por lo tanto esta
no puede ser revocada, cambiada, ignorada.
En Cuarta Pieza, la última de su trabajo, se
discute el tema de la Iglesia Racional. Finalmente, y después de haber
desarrollado ampliamente el papel de la religión como garante de la moral, Kant
pide que todas las personas se afilien a una iglesia, de manera que eviten así
las confusiones que son fruto de la superstición, donde se usan ceremonias
estúpidas para demostrar devoción y ganar el favor divino (en lugar de cumplir
con el deber moral). También se evita el fetichismo, en el que pensamos que
podemos “manipular” a Dios para justificar nuestras maneras de pensar y de
actuar, buscando poner en Él los fines.
Una iglesia racional también nos prevendría
del “fanatismo”, que cree que gozamos del favor o el conocimiento divino sin ni
siquiera preocuparnos por los asuntos morales. Credos y rituales son aceptables
en la medida en que no se les considere necesarios para la salvación, y siempre
debe ser comprendido que el único requisito para agradar a Dios son un buen
corazón y espíritu. Credos y rituales deben convertirse en símbolos de
solidaridad con todas las personas con un cierto espíritu (incluidas las
generaciones anteriores) y por tanto ser útiles para dar a la gente un cierto
sentido de unidad en su esfuerzo por ayudar a los demás a practicar la moral de
manera permanente y fortalecerse en la lucha contra “el príncipe de este mundo”
(cuyo verdadero nombre es el interés propio).
1 comentarios:
Podría ir como post:
Bringing religion into contemporary international relations could improve our discussions of power and morality
http://blogs.lse.ac.uk/lsereviewofbooks/2012/10/27/book-review-god-and-international-relations-christian-theology-and-world-politics/
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