La violencia buena (I)
El mito de la expulsión del Paraíso
Enrique Carrión
Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima
Cuenta la Sagrada Escritura en el libro del Génesis que
el hombre fue creado por Dios y puesto en el Paraíso terrenal. Vivían allí nuestros
primeros padres, Adán y Eva, en un estado de felicidad perfecta, pero he aquí
que fueron tentados por la Serpiente, que dejó entrar la soberbia en su corazón.
Quiso entonces el hombre ser como Dios, y extendió su mano para tomar un fruto
que le había sido prohibido tomar. La Serpiente le indicó al hombre que ese
fruto le daría la sabiduría necesaria para conducirse por sí mismo, para ser
autónomo, y prescindir así de su Creador. Éste es el origen del pecado
original. Luego del pecado, Adán y Eva descubrieron el engaño de la Serpiente y
tuvieron que esconderse de la mirada de Dios, pues vieron su desnudez, su
realidad de criaturas humanas y sólo humanas, a quienes les es imposible
convertirse en dioses. Luego, fueron recriminados y castigados por Dios, quien
los expulsó del Paraíso con la promesa de un Salvador. Los primeros padres perdieron
así su estado de felicidad perfecta, pero se llevaron en el corazón la
esperanza de recuperar algún día el Paraíso perdido.
El Génesis esconde una lección de teología política que
intentaremos rescatar en éste y los siguientes post de la serie, referida al
concepto y origen de la violencia, así como a su rol fundador en las
instituciones humanas.
Dice la Sagrada Escritura a la letra: “Enemistad pondré
entre ti y la mujer, entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza
mientras acechas tú su calcañar” (Gn 3, 15). En estas palabras, la Iglesia
interpreta que hay referencia a Jesús, representante del linaje humano
redimido, quien con su vida, pasión,
muerte y resurrección consiguió la victoria del hombre sobre la Serpiente,
permitiéndole el retorno al Paraíso perdido. Además, el texto presenta
elementos, ricos en significado, que merecen ser captados ahora: 1) Dios es
autor de la enemistad entre el linaje de la Mujer y el de la Serpiente. 2)
Pisar la cabeza de la serpiente puede entenderse como la implantación de un
nuevo gobierno (una nueva cabeza) destinado a prevalecer soberanamente sobre
aquel que, aún vencido, está siempre al acecho con intención de hacer caer
nuevamente al hombre. El asegurar: “…él te pisará la cabeza”, indica que la
victoria del hombre sobre la Serpiente estará garantizada por Dios, quien lo
ayudará a vencer al Enemigo e instalar un mundo donde se viva la inocencia de
los orígenes: un mundo regido según los designios divinos. 3) El linaje de la
Mujer puede entenderse, en la línea de lo que venimos diciendo, no sólo como la
persona de Cristo, sino también como la persona de todo gobernante que lo
represente y gobierne en Su Nombre y con Su Espíritu, con lealtad. Y el linaje
de la Serpiente puede entenderse desde la figura del Anticristo y sus secuaces.
Si aplicamos el conocimiento del mito de la expulsión del
Paraíso a un examen de la Historia y aun la prehistoria humanas llegaremos a
establecer estos tres postulados:
- El hombre, por
su origen, es un ser arrojado a un mundo hostil, cuyo medio de
supervivencia es la violencia.
- El hombre es
un ser que vive con la nostalgia del Paraíso perdido, buscando el modo de
volver a él mediante la instalación de un mundo de sentido.
- En el mundo de
sentido del que se tiene nostalgia y que se quiere instaurar hay elevación
espiritual, pero la violencia necesariamente debe coexistir con él.
En estos tres corolarios debemos fijar en nuestra mente y
nuestra atención, ya que serán estas ideas las que sostendrán, en los
siguientes posts, nuestra propuesta de un nuevo enfoque de la condición humana
que reivindica el lugar de la violencia como fundadora de las instituciones
humanas.
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