Columna licenciada
Una vez al mes, La Coalición publicará un artículo de temas de actualidad, con el fin de promover el pensamiento en áreas algo más concretas que las que solemos difundir.
El Día del Niño por Nacer
El silencio de los inocentes
Daniel Brousek
Hace más de 2000 años, en la salvaje y convulsionada Palestina, Herodes ordenaba a sus aguerridos, irracionales y despiadados soldados asesinar a todos los niños menores de dos años, hecho que recordamos en “el día de los inocentes”. En estos tiempos, este escenario parecería totalmente improbable, sobre todo en un país como el Perú “civilizado y ordenado”, en donde el primer artículo de su Constitución se refiere a la defensa de la persona humana y al respeto de su dignidad como el fin supremo de la sociedad y del Estado. Consideramos persona, desde el momento de la concepción, es decir, desde la unión del óvulo con el espermatozoide.
Y si vivimos bajos leyes que supuestamente protegen la vida de todos, ¿por qué es necesario que hoy día se celebre el día del niño por nacer?. ¿Por qué hay grupos políticos interesados en poner en la agenda el tema del aborto?. ¿Y por qué el Cardenal Juan Luis Cipriani advierte y denuncia que en el país la vida humana desde la concepción está amenazada "por actos y políticas que atentan contra la dignidad de la persona, como son los abortos y la anticoncepción artificial promovida masivamente como política de salud”?.
Nuevamente, como hace 2000 años, están en el escenario los inocentes ante los aguerridos, irracionales y despiadados, que a diferencia de los soldados de Herodes donde su inteligencia quedaba subordinada a la obediencia militar, la capacidad de razonar y reflexionar de los soldados del siglo XXI queda subordinada a la publicidad mediática, a la pereza mental y sobre todo, a la moral de rebaño de la que hacía referencia Nietchze. ¿Por qué la corriente de opinión está desafiando a la leyes de la vida y de la Constitución del Perú?
El Arzobispo Juan Luis Cipriani señaló que toda cultura sana reconoce el principio fundamental del valor y la dignidad de la vida humana, que es custodiado por el precepto de "no matarás". Entonces, habría que preguntarnos, ¿la sociedad del siglo XXI está sana?. Hoy día, parece anecdótico aquel relato bíblico que introduce el inicio del pecado en la historia de la humanidad a través de una serpiente que seduce a la primera mujer con el fruto de un árbol; en estos tiempos no se cree en la existencia del demonio y es visto como un personaje mitológico para explicar el mal en el hombre. Pero el fondo del relato del Génesis enseña una realidad indiscutible de este siglo: “el hombre comió del fruto y hoy ha llegado a ser como Dios”. Pues no cree en Dios, porque se siente Dios. No hay temor de Dios, porque sencillamente no existe Dios. Y estamos frente a una corriente de pensamiento nihilista en donde el hombre es superpoderoso y se dicta a sí mismo lo que está bien y lo que está mal de acuerdo a sus apetitos, tendencias, intereses, y también ha decidido ser Dios en la vida del niño por nacer.
En efecto, el criterio para decidir -como dioses que somos- las nuevas leyes del mundo es el criterio del mercado. Pongamos en la balanza los argumentos que se exponen. Por un lado, la Iglesia, siempre promotora de una cultura de vida y teniendo como interés único la dignidad de cada persona, promueve el amor responsable, maduro y sincero entre las personas. Conocerse primero, comprometerse seriamente (es decir, tomar en serio al otro), casarse y después las relaciones sexuales. Pero hoy la realidad nos muestra otro panorama, primero conocer los cuerpos (satisfacer los apetitos del bajo vientre) para luego desilusionarse de la persona. Obviamente, si hubo consecuencias o un accidente no deseado, pedir a la Iglesia que se modernice, al Estado peruano que revise sus leyes y así queda amparada la inmadurez de no poder dominar los apetitos y de haber visto a una mujer como un trozo de carne que sólo brinda satisfacción o viceversa.
Si la sociedad siguiera las enseñanzas de Jesús de amar primero a la persona antes que satisfacer el deseo del cuerpo, ¿le convendría esto a los hostales, discotecas, diseñadores de ropa, fabricantes de condones, de licores, de drogas, de cigarros, a la industria de la pornografía, etcétera?. La respuesta es obvia. El mensaje de Jesús, que la Iglesia defiende, choca directamente contra muchos intereses económicos. “¡Poderoso caballero don dinero!”
Es el criterio de mercado el que prima para decidir lo que está bien y lo que está mal, lo que es moderno y lo que es anticuado, lo que es la verdad y lo que es lo ridículo. Y bueno, en este entorno, en medio de la bulla de la publicidad que nos invita a vivir esta vida de manera desenfrenada, acelerada, competitiva, hedonista, individualista se celebra hoy día el día del Niño por Nacer. El Cardenal Juan Luis Cipriani anima a recibir a los hijos "no sólo como un gran don de Dios", sino también como "un modo nuevo de recibir al mismo Cristo en la familia”.
danbrousek@gmail.com
sábado, 2 de abril de 2011
Columna licenciada: El Día del Niño por Nacer (Daniel Brousek)
Publicado por Víctor Samuel Rivera en 13:35
Etiquetas: aborto, Daniel Brousek
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