martes, 11 de agosto de 2015

Del paradigma de la excepción a la teología política. Los fundamentos schmittianos en Giorgio Agamben / (Parte I: Paradigma)





Del paradigma de la excepción a la teología política.
Los fundamentos schmittianos en Giorgio Agamben
(Parte I)


Emmanuel Taub
Conicet (Argentina)

I. Paradigma

El pensamiento de Giorgio Agamben ha marcado, desde finales del siglo XX, un nuevo amanecer de problemáticas que cruzan la filosofía y el pensamiento político, en donde el derecho, la religión y el lenguaje son fundamentos de su complejidad. Cuando, en 2008, se publica el opúsculo Signatura Rerum. Sul metodo nos encontramos con una reflexión metodológica sobre su propia obra. Tan inacabado como provocador, el pequeño trabajo introduce la figura del paradigma como núcleo de su aparato conceptual, y es este mismo concepto el que nos permitirá repensar su propia obra, así como también las tradiciones que se entrecruzan constituyendo su identidad filosófica.

Como señala el propio Agamben, la forma del paradigma con la que ha tratado de comprender y analizar figuras como el homo sacer o el estado de excepción, funciona haciendo inteligible y constituyendo un todo más amplio en el propio contexto histórico-problemático. El paradigma –explica Agamben– es una forma de conocimiento que no es ni inductiva ni deductiva, sino analógica. Una forma de conocimiento que se mueve de la singularidad a la singularidad, “neutralizando la dicotomía entre general y particular, ello sustituye a la lógica dicotómica por un modelo analógico bipolar”[1]. A través de sus obras, por ello, siempre encontramos parejas categorías que nos marcan aquello que no es diferente pero tampoco es igual. Figuras que se incluyen al tiempo que se excluyen, en el mismo sentido en que se expresa y se hace necesario para su propio ser. Y es esto lo que llamaremos un paradigma de la excepción, en base a la explicación del propio filósofo italiano:
 
“El homo sacer y el campo de concentración, el Musulmán y el estado de excepción –como recientemente, la oikonomia trinitaria o la aclamación– no son hipótesis a través de las que intenté explicar la modernidad, reconduciéndola a algo como una causa o un origen histórico. Al contrario, como su multiplicidad podría sugerir, se trataba en todo momento de paradigmas, cuyo objetivo era hacer inteligible una serie de fenómenos cuya relación había escapado o podía escapar de la mirada del historiador”[2].

Más allá de que Agamben considere cada una de sus figuras como paradigmas, podríamos decir que toda la maquinaria filosófica agambeniana está inscrita en un paradigma excepcional. Y así como él hace al pensamiento paradigmático de cada una de sus figuras, hay una paradigmatización de la excepción que, como telón de fondo, constituye su propia filosofía. Así como Agamben analiza el ejemplo panóptico de Michel Foucault[3], podríamos pensar que es el sentido panóptico el que ejemplifica su construcción filosófica de la excepción: una torre central –un núcleo duro de conocimiento– alrededor del cual se edifican las diferentes celdas con dos ventanas, una hacia al interior y otra hacia el exterior, haciendo que la luz atraviese esta celda de una parte a la otra. Y así como basta solamente en situar un vigilante en la torre central para que el efecto de la contraluz haga percibir desde la torre las siluetas cautivas en las celdas, Agamben encuentra el nomos oculto de la modernidad, aquel paradigma que, cual torre central, genera “tantos teatros como celdas” en donde, finalmente, cada analogía bipolar está vigilada y custodiada en su propia lógica paradigmática. Eso es la excepción, o mejor dicho, la lógica del estado de excepción que Carl Schmitt ha definido y Walter Benjamin ha convertido en regla.

De esta forma, el paradigma de la excepción no es sólo un objeto singular, sino la singularidad oculta que hace a la posibilidad de pensar ese modelo analógico bipolar que Agamben aducía. En esta paradigmatización de la excepción en la búsqueda de una teología política renovada, Carl Schmitt, Erik Peterson, Michel Foucault y Jacob Taubes, asumen un papel preponderante. Como en un teatro de sombras, la fantasmagoría de los espíritus de estos pensadores aparece ocultando sus rostros, pero dejando la intermitencia de sus huellas.




[1] Agamben,  Giorgio. Signatura rerum. Sul metodo. Torino, Bollati Boringhieri, 2008, p. 32.
[2] Agamben,  Giorgio. Signatura rerum. Sul metodo, p. 33.
[3] Foucault, Michel. Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión. Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2004, pp. 203-204.

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