Del paradigma de la
excepción a la teología política.
Los fundamentos
schmittianos en Giorgio Agamben
(Parte I)
Conicet (Argentina)
I. Paradigma
El pensamiento de Giorgio Agamben ha marcado,
desde finales del siglo XX, un nuevo amanecer de problemáticas que cruzan la
filosofía y el pensamiento político, en donde el derecho, la religión y el
lenguaje son fundamentos de su complejidad. Cuando, en 2008, se publica el
opúsculo Signatura Rerum. Sul metodo
nos encontramos con una reflexión metodológica sobre su propia obra. Tan
inacabado como provocador, el pequeño trabajo introduce la figura del paradigma
como núcleo de su aparato conceptual, y es este mismo concepto el que nos
permitirá repensar su propia obra, así como también las tradiciones que se
entrecruzan constituyendo su identidad filosófica.
Como señala el propio Agamben, la forma del
paradigma con la que ha tratado de comprender y analizar figuras como el homo sacer o el estado de excepción,
funciona haciendo inteligible y constituyendo un todo más amplio en el propio
contexto histórico-problemático. El paradigma –explica Agamben– es una forma de
conocimiento que no es ni inductiva ni deductiva, sino analógica. Una forma de
conocimiento que se mueve de la singularidad a la singularidad, “neutralizando
la dicotomía entre general y particular, ello sustituye a la lógica dicotómica por
un modelo analógico bipolar”[1].
A través de sus obras, por ello, siempre encontramos parejas categorías que nos
marcan aquello que no es diferente pero tampoco es igual. Figuras que se
incluyen al tiempo que se excluyen, en el mismo sentido en que se expresa y se
hace necesario para su propio ser. Y es esto lo que llamaremos un paradigma de la excepción, en base a la
explicación del propio filósofo italiano:
“El homo sacer y el campo de
concentración, el Musulmán y el
estado de excepción –como recientemente, la oikonomia
trinitaria o la aclamación– no son hipótesis a través de las que intenté
explicar la modernidad, reconduciéndola a algo como una causa o un origen
histórico. Al contrario, como su multiplicidad podría sugerir, se trataba en
todo momento de paradigmas, cuyo objetivo era hacer inteligible una serie de
fenómenos cuya relación había escapado o podía escapar de la mirada del
historiador”[2].
Más allá de que Agamben considere cada una de
sus figuras como paradigmas, podríamos decir que toda la maquinaria filosófica
agambeniana está inscrita en un paradigma excepcional. Y así como él hace al
pensamiento paradigmático de cada una de sus figuras, hay una paradigmatización
de la excepción que, como telón de fondo, constituye su propia filosofía. Así
como Agamben analiza el ejemplo panóptico de Michel Foucault[3],
podríamos pensar que es el sentido panóptico el que ejemplifica su construcción
filosófica de la excepción: una torre central –un núcleo duro de conocimiento–
alrededor del cual se edifican las diferentes celdas con dos ventanas, una
hacia al interior y otra hacia el exterior, haciendo que la luz atraviese esta
celda de una parte a la otra. Y así como basta solamente en situar un vigilante
en la torre central para que el efecto de la contraluz haga percibir desde la
torre las siluetas cautivas en las celdas, Agamben encuentra el nomos oculto de la modernidad, aquel
paradigma que, cual torre central, genera “tantos teatros como celdas” en donde,
finalmente, cada analogía bipolar está vigilada y custodiada en su propia
lógica paradigmática. Eso es la excepción, o mejor dicho, la lógica del estado
de excepción que Carl Schmitt ha definido y Walter Benjamin ha convertido en
regla.
De esta forma, el paradigma de la excepción
no es sólo un objeto singular, sino la singularidad oculta que hace a la
posibilidad de pensar ese modelo analógico bipolar que Agamben aducía. En esta
paradigmatización de la excepción en la búsqueda de una teología política
renovada, Carl Schmitt, Erik Peterson, Michel Foucault y Jacob Taubes, asumen
un papel preponderante. Como en un teatro de sombras, la fantasmagoría de los
espíritus de estos pensadores aparece ocultando sus rostros, pero dejando la
intermitencia de sus huellas.
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