Juan Vázquez de Mella: Tribuno y filósofo
Antonio
Moreno Ruiz
Juan Vázquez de Mella y Fanjul nació en Cangas de Onís (Asturias) en junio de 1861, de madre asturiana
y padre gallego. Con apenas seis años, queda huérfano de padre, siendo hijo
único. Pasados los años, al acabar el bachillerato, su madre se traslada a
Galicia, recalando nuestro protagonista en la facultad de Derecho de la
reputada universidad de Santiago de Compostela; ciudad que a la sazón, era un
foco carlista (1); esto es, un foco
de tradicionalismo español, como tal, el movimiento político más veterano de
Europa, cuyo lema “Dios, Patria y Rey”, la defensa de la tradición política de
España, representada en los fueros; respetando la diversidad como elemento
integrador de la irrenunciable e innegociable unidad española; así como del
principio de subsidiariedad, fueron ideales que cautivaron a nuestro personaje,
cuyas cualidades comenzaron a destacar muy pronto. Ya en sus años mozos, el
periódico “El Pensamiento Galaico”
constituía la voz y el voto de los tradicionalistas gallegos, y ahí comenzará a
destacar desde muy joven como auténtico tribuno, como genuina y representativa
voz de la política española. Y es que, siguiendo la fiel tradición
hispano-católica, Vázquez de Mella, al igual que figuras como José Donoso
Cortés y el padre Balmes (a quienes admiraba), en cada problema político vio la
luz de la teología. Sus conocimientos jurídicos, filosóficos e historiográficos
le aportaron una retórica y una clarividencia como no la había en la castigada
España de finales del XIX. Asimismo, es en tierras
gallegas es donde será conocido por el escritor Ramón del Valle-Inclán, en
quien influirá bastante para formar un primigenio carlismo que abanderará parte
de sus más conocidas novelas (2).
Así, el que ya era
afamado desde su “Asturias nunca vencida” y desde la Galicia de su familia
paterna, llegó a Madrid como gran promesa del periodismo tradicionalista,
causando sensación en el diario “El
Correo Español”. Desde 1893 hasta 1919 (salvando el periodo que va desde
1900 a 1905, donde estuvo parte emigrado en Portugal y parte retirado en
Galicia, consagrado al estudio) fue electo diputado a cortes por Navarra,
estando presente como llama viva del parlamento; como gran ariete de la
renovación del carlismo; como soporte intelectual y activista que recogió,
ordenó y sistematizó la doctrina legitimista para un programa político
comprensible para su época, y asimismo, enardecido por la doctrina social del
Papa León XIII. Fue con esta experiencia estudiosa y con una vitalidad a
raudales como compuso los que él llamó los Dogmas Nacionales, abogando por la
confederación con Portugal e Hispanoamérica, así como por la dominación de la
costa norteafricana, vinculada a España desde romanos tiempos (3): “La autonomía geográfica de España exige el dominio del Estrecho, la
federación con Portugal, y, como punto avanzado de Europa, y por haber
civilizado y engrandecido y sublimado a América, esa red espiritual tendida
entre aquel continente nuevo y el viejo continente europeo".
Su estrella comenzaba a
causar sensación más allá de las fronteras ibéricas, y no en vano, de él se hizo eco el Congreso Antimasónico de Trento, que organizó la Liga Internacional
Antimasónica (creada en Roma en 1893) y dirigió el príncipe de Loewenstein. El
periodista italiano Pedro Pacelli pidió una moción de aplauso para Vázquez de
Mella porque como diputado carlista había presentado a las Cortes una vigorosa
y concienzuda petición: Declarar “ilegal,
facciosa y traidora a la Patria a la masonería, quitando de los empleos
públicos a los masones”. En efecto, la contundencia de Mella era admirada
por los contrarrevolucionarios del Viejo Continente; y es que su posición fue
radicalmente contraria a las logias masónicas, cuya filosofía repudiaba por
relativista, nociva e hipócrita, así como fustigaba sus alcances político-espirituales, reputándolos
por nefastos sobre todo en tanto y en cuanto al mal que habían hecho al ámbito
sociopolítico hispánico. Consideraba que esta sociedad secreta, mala de por sí,
encima había obrado con especial y traicionera crueldad contra España, en
beneficio de sus principales enemigos; especialmente Inglaterra, la misma que
seguía (y sigue) ocupando el tan importante Peñón de Gibraltar, sobre el cual
dijo, con hondura metapolítica: "...
Y ved, que el Estrecho de Gibraltar es el punto central del planeta, que allí
está escrito todo nuestro Derecho Internacional; parece que Dios, previendo la
ceguedad de nuestros estadistas y políticos parlamentarios, se lo ha querido
poner delante de los ojos para que supiesen bien cuál era nuestra política
internacional. Es el punto central del planeta: Une cuatro continentes; une y
relaciona el continente africano con el continente europeo; es el centro por
donde pasa la gran corriente asiática y donde viene a comunicarse con las
naciones mediterráneas toda la gran corriente mediterránea; es más grande y más
importante que el Skagerrak y el Kattegat, que el gran Belt y el pequeño Belt,
que al fin no dan paso más que a un mar interior, helado la mitad del tiempo;
es más importante que el canal de la Mancha, que no impide la navegación por el
Atlántico y el Mar del Norte; es muy superior a Suez, que no es más que una
filtración del Mediterráneo, que un barco atravesado con su cargamento puede
cerrar, y que los Dardanelos, que, si se abrieran a la comunicación, no
llevarían más que a un mar interior; y no tiene comparación con el canal de
Panamá, que corta un continente. Dios nos ha dado la llave del mar latino. La
geología, la geografía, la topografía, las olas mismas del Estrecho chocando en
el acantilado de la costa nos están diciendo todos los días: Aquí tenéis la
puerta del Mediterráneo, y la llave; aquí está vuestra grandeza...”.
Y es que una constante
de su política fue la señalización de Inglaterra como enemigo providencial de
España, como espina clavada desde lo más importante de la Península hasta
extender sus tentáculos en el Nuevo Mundo. En el siglo XVII, Cromwell había
dicho que España era el enemigo providencial; tres siglos después, Vázquez de
Mella le devolvía el guante, defendiendo que toda la geopolítica española debía
estar enfocada en liberarse de este enemigo que constantemente cortaba el paso
sin dejar tregua.
Así las cosas, el mismo Rey tomó las riendas del movimiento político personalmente, lo que acabó por
provocar la salida de Vázquez de Mella y varios de sus adeptos, confirmando su
ruptura y fundando el Partido Católico Tradicionalista, celebrando su primer
acto en agosto de 1918. Hasta los años 30, el tradicionalismo español vivió
dividido en varias corrientes, que a posteriori se reunificarán tras el
advenimiento de la II República.
Curiosamente, a nuestro
personaje le fueron ofrecidos ministerios en un par de ocasiones: La primera
vez, siendo joven, por parte del gobierno de Cánovas del Castillo; y la
segunda, ya al final de su vida, por parte de Maura. Entrambos eran
conservadores, y Vázquez de Mella declinó el ofrecimiento, pues no quiso
participar de una política a la que consideraba errada y contraria a la esencia
y los intereses de España. Nunca fue condescendiente con los conservadores
porque siempre los consideró parte del entramado liberal, y finalmente, nunca
creyó en la política de partidos, sino que tenía a éstos como meras
herramientas, y no como fines absolutos.
Y así, entre auges y
sinsabores, en el año 1924 pronunciará su último discurso en el Teatro Real de
Madrid: “Divinidad de la Iglesia Católica”; lo cual dice mucho al respecto de
su identidad, pues como decimos, amén de tribuno de un pueblo entusiasta, fue
un hombre profundamente religioso y tal efecto consagró su erudición; a tal
punto que prefirió vivir modestamente y en congruencia con sus creencias que
las mieles del éxito de un sistema que juzgaba injusto. Con todo, su salud se
le iba resquebrajando y en 1925 le fue amputada una pierna. A los dolores
físicos le sobrevinieron las penurias económicas, aligeradas muchas veces a
escondidas por mor de la intervención de sus amistades. Y continuando en su
estilo y vocación, poco antes de morir publicó Filosofía de la Eucaristía, según sus propias palabras, “como un humilde tributo al grandioso
Congreso Eucarístico de Chicago (1927)”. De hecho los prelados españoles
que viajaron a tan magno evento de la catolicidad, pudieron leer un primer
ejemplar impreso en maquinilla, y Reig, el cardenal primado, desde Nueva York,
escribió al autor asegurándole que la mayor representación española en el
congreso sería su trabajo. Y es que Vázquez de Mella ya era conocido en estas
cuestiones, pues ya en el Congreso Internacional Eucarístico de Madrid, en
1911, se había pronunciado sobre estas cuestiones. Con todo, Filosofía de la
Eucaristía es en verdad el plato fuerte
de una obra que, de haber tenido más años en este mundo, hubiera sido más
completa. Con todo, esta interesantísima y apasionante obra nos deja un
brillante testimonio de síntesis, filosofía y fe.
Empero, ¿podría alguien
imaginar a algún político de la actualidad que se expresase en estos términos y
con estos conocimientos? Es por ello que Vázquez de Mella (4) no fue un político cualquiera: Fue un hombre providencial que
se adelantó a su tiempo enseñándonos que la tradición es un concepto dinámico y
que del mejor pasado se va a un prometedor futuro. Por ello, estamos ante un
tribuno y un filósofo para la Hispanidad.
NOTAS:
(1) El
carlismo es directo heredero del realismo español que de 1820 a 1823 combatió
el Trienio Liberal encabezado por el golpe de Rafael del Riego, militar liberal
al que Alan García, en su libro Pizarro,
el rey de la baraja (véase: http://poemariodeantoniomorenoruiz.blogspot.com/2013/03/mis-lecturas-pizarro-el-rey-de-la.html), considera el verdadero héroe de
la independencia hispanoamericana, pues con el golpe que dio en Las Cabezas de
San Juan (Sevilla) impidió que miles de soldados peninsulares, lo que hubiera
significado un vuelco favorable a la causa realista americana. Y creemos que en
ello tiene razón. La irrupción del liberalismo cambió las tornas en muchos
sentidos, empezando porque muchos realistas americanos comenzaron a
cuestionarse qué era lo que venía de la madre patria.
Con todo, la tendencia realista
española ya se había dejado ver en la guerra contra
Napoleón frente a las distintas tendencias revolucionarias, ya fueran liberales
nacionales, o ya fueran servidores de la causa napoleónica, conocidos como
“afrancesados”. De esta herencia nacerán los Batallones de Voluntarios
Realistas, que, con el auge de la entrada de los Cien Mil Hijos de San Luis en
loor de triunfo popular en 1823, se dispusieron a reorganizar una incipiente
causa como elemento activo en la sociedad española.
Así, el carlismo
cristalizó como tal en 1833, a la muerte de Fernando VII; luego de que éste
hubiera modificado la ley de sucesión ilegalmente, sin consulta a Cortes,
privando así del derecho que le correspondía a su hermano Carlos, en puridad,
Carlos V de España (pues al que muchas veces llamamos “Carlos V” lo fue pero de
Alemania; porque de España fue Carlos I), y por este nombre se empezará a
conocer así al legitimismo español; a veces como “carlino” y luego generalmente
como “carlista”; término que al parecer afianzaron los voluntarios realistas
franceses enrolados en sus filas. Así las cosas, es ese año de 1833, justo
cuando Fernando VII pensaba devolver a su hermano los derechos que por la
legalidad y la tradición le correspondían, deshaciendo su propio entuerto; un
golpe llevado a cabo por su esposa y su cuñada , con la complicidad de buena
parte de la nobleza y el ejército, evitó que se volviera a la legalidad y,
apoyándose en las logias masónicas y el intervencionismo militar del imperio
británico y la Francia orleanista, impusieron el liberalismo en España
utilizando a Doña Isabel (la hija de Fernando VII) porque por aquel entonces
era una niña y la pensaron fácilmente manipulable; todo ello luego de que en la
América Española habían pactado la separación de la Corona con similares
agentes.
La página “Embajador en
el infierno” nos detalla - http://embajadorenelinfierno.blogspot.com/2011/01/confesion-de-parte.html - cómo la infanta Luisa Carlota escribió a su
hijo Francisco de Asís de Borbón (el consorte de la futura Isabel “II”) lo
siguiente: "Con la conciencia en la mano, te
digo que a Don Carlos se le usurpó el trono que por derecho divino le
correspondía; por consiguiente, deseando morir arrepentida y en la gracia del
Señor, te encargo, y has de jurarlo solemnemente, cumplir mi última voluntad,
haciendo cuanto esté en tu parte para disuadir a Doña Isabel de la creencia que
los masones le han imbuido, de que es la reina legítima de España, y ambos a
dos no dejareis un instante de trabajar para que el primogénito de Don Carlos
ocupe el trono que yo, miserable de mí, contribuí se usurpara a su señor
padre".
En
1833, el primer movimiento carlista se dio en Talavera de la Reina (Toledo).
Rápidamente, se extendió por toda España, teniendo especial predicamento en
Vascongadas, Navarra, Cataluña y Aragón; con focos también localizados desde
Castilla a Andalucía. Valga como dato curioso que en 1840, Morella, el último
bastión de la resistencia carlista comandado por el general Cabrera, tuvo como
gobernador al peruano Leandro Castilla y Marquesado (hermano del presidente
Ramón Castilla), tradicionalista hasta la muerte, encarnación del fidelismo del
sur peruano. Como carlista fue el peruano Blas de Ostolaza (http://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/2860790.pdf). En esa misma
guerra, combatió en las filas carlistas el chileno Novoa. Y otros muchos
hispanoamericanos estarán vinculados al carlismo desde el siglo XIX a nuestros
días.
De 1846 a 1849, la
Segunda Guerra se localizó en Cataluña principalmente; y en la Tercera, de 1872
a 1876, se extendió por todo el país, concentrándose mayormente en Vascongadas
y Navarra, aunque con fuertes focos en Galicia y otras regiones. Y es poco
después de esta época cuando nuestro protagonista se va a nutrir de ese
ambiente contrarrevolucionario.Asimismo, el Requeté,
organización militar carlista, jugó un papel importantísimo en la Guerra Civil
Española (1936-1939); y como tal, sigue existiendo.
Sobre la historia
política carlista, recomendamos vivamente:
(2)Sobre
el carlismo en las novelas de Valle-Inclán:
(3)Sobre
la vinculación del norte de África a España, véase:
(4)Para
profundizar en la vida y obra de Vázquez de Mella:
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