La deconstrucción como el “Orfanato” del marginado
Parte I
Jimmy Hernandez Marcelo
Facultad de Teologia Pontificia y Civil de Lima
El tema que atraviesa toda la vida, y posteriormente el pensamiento de Derrida es la inscripción. Ésta se presenta como marca y huella, que dan sentido de pertenencia y de exclusión, de diferencia y de identidad. En sus años de niñez, juventud y madurez vivirá en su propia carne (circuncisa) la experiencia de la marginación (el antisemitismo) a través de su identidad de judío. Ha sido un marginado a causa de una inscripción que no puede borrar, ya que no es sólo la marca de cuerpo sino que es, ante todo, la marca de una tradición que le sale al encuentro.
Derrida quiere, más que destruir, comprender cómo estaba construido un conjunto, para lo cual era necesario reconstruirlo. La deconstrucción es una estrategia, ya que su práctica no supone término, ni fin, no se compromete a un resultado o respuesta final. Esto sin caer en la neutralidad, sino abriendo espacio para la coexistencia. Es una estrategia que apunta a la descentralización, es decir, a desenmascarar la naturaleza convertible de todo centro. Todo el pensamiento occidental se basa en la ideas de un centro que se escribe con mayúscula y que garantiza todo significado.
La deconstrucción como estrategia trata de resolver los privilegios existentes. Para esto mostrará que “en una oposición filosófica tradicional no encontramos una coexistencia pacífica de términos contrapuestos sino una violenta jerarquía. Uno de los términos domina al otro (axiológicamente, lógicamente, etc.), ocupa la posición dominante. Derrida explica que el acceso a la realidad se da por medio de conceptos, códigos y categorías, y la mente humana forma pares conceptuales como éstos. El proceso cognoscitivo genera los opuestos: un centro: privilegiado, y un otro: reprimido. Se forma, así una jerarquía violenta. El elemento central se vuelve real y bueno, el elemento marginal: artificial y malo.
La deconstrucción no busca un principio más lógico o superior, sino que utiliza el mismo principio que deconstruye. Los movimientos de la deconstrucción no afectan a las estructuras desde fuera, sino que sólo son posibles y eficaces y pueden adecuar sus golpes habitando las mismas estructuras. La deconstrucción revisa y disuelve el canon: conduce a interpretaciones múltiples e insólitas. Lo que se trata de negar es el absolutismo y la dictadura, que traen consigo la separación, la ruptura, el alejamiento del otro, es decir, la marginación, la subordinación y la dependencia.
En un mundo en el que no se es centro, se es horriblemente otro sin patria, sin vida, sin ser en el mundo. Comprenderá que la centralidad, activa o pasivamente, lleva al olvido del ser, al olvido del otro. Derrida vivió las dos más grandes desagracias que una persona que viva en Europa puede tener: ser judío y ser africano. Y lo que la deconstrucción tratará de hacer con todas sus fuerzas es acercar más al otro, hermanarlo y devolverle el ser que la centralidad le había quitado. La deconstrucción no es un pensamiento negativo, por el contrario, en su interior yace una actividad sumamente positiva: buscar el ser, y trata de eliminar al no-ser del marginado
No se busca con la deconstrucción una borradura de las oposiciones jerárquicas de la metafísica tradicional, no se trata de cambiarlas o simplemente invertirla las relaciones de oposición existentes, sino lo que se trata de hacer es transformarlas. Contra la simple elección de una de los términos o de una de las series, Derrida propone que hay que buscar nuevos conceptos y nuevos modelos, es decir, una nueva economía que escape a este sistema de oposiciones metafísicas.
Esta estrategia deconstructiva nos arroja y nos compromete moralmente con el marginado, con el olvidado, con el que sufre. La inscripción del margen genera una obligación, una moralidad respecto de lo reprimido. Es por eso que también se presenta como un esclarecimiento reflexivo de tipo psicoanalítico presentado como una emancipación de tipo ilustrado, es decir como una liberación respecto de los prejuicios morales. Esta represión no es histórica, sino estructural. Y así se universaliza la deconstrucción. Por eso, además, la deconstrucción presenta un principio indeconstruible: la justicia. Lo que se busca es hacer justicia a la represión violenta, a la marginación injustificada, al olvido del otro, a la omisión de las diferencias, a la anormalidad de lo diferente.
Una característica de la deconstrucción es su primado de la voluntad sobre la razón, de la ética sobre la ontología. Sin embargo, no se trata de una voluntad de potencia o dominio sino de una predilección en relación por los últimos, por los marginados. La deconstrucción se vuelve así la “sede del marginado”, el lugar donde encontrará afirmación, defensa y, en definitiva, existencia real. Si al principio dijimos que Derrida habla de la inscripción, decimos ahora que piensa en clave de marginación, del olvido, de represión y de exclusión. No sin razón uno de los textos claves de Derrida lleva por título “Márgenes de la filosofía”.
Nuestra reflexión sobre la filosofía de Jacques Derrida y su posibilidad de porvenir tomará como punto de referencia la figura del huérfano como marginado. Confieso que esta elección no es azarosa, sino que es fruto de mi experiencia personal visitando un orfanato en Perú y entablando amistad con los huérfanos que allí residían y recogiendo su experiencia de exclusión y marginación a partir de su “ser diferente”, su “vida diferente”.
sábado, 22 de octubre de 2011
La deconstrucción como el “Orfanato” del marginado (Parte I)
Publicado por Víctor Samuel Rivera en 17:54
Etiquetas: Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima, Jacques Lacan, Jimmy Hernández Marcelo
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