Encuentro con el otro
II. El ámbito
Víctor Samuel Rivera
Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía
Lo seguro en general es siempre seguro en un ámbito. La seguridad es la experiencia de un estado; a éste corresponde un ámbito: el ámbito donde las cosas son seguras, donde acontece que es posible la seguridad. “Yo estoy seguro allí”. Si se está seguro en un allí, es seguro que todos deseamos estar allí: es lo más deseable, es lo universalmente deseable. La paz es allí. Un día las torres de la ciudad del comercio fueron colapsadas por unos aviones. Si alguien estuvo en el sótano, se salvó. Estaba seguro (estaba a salvo) y en algún sentido la seguridad lo poseyó, esto es, se le dio como una seguridad propia. El que se halló a salvo descubrió su seguridad. Siempre la tuvo, pero antes en el mismo sentido en que la tuvieron también sus colegas que murieron en los pisos superiores. Ahora sabe que la tiene puesto que el colapso de los aviones se lo ha indicado así. El sótano es un ejemplo de un ámbito. Podríamos imaginarnos, ya que hemos iniciado la reflexión con un ejemplo de un hecho violento, que nos aseguramos para defendernos y el ámbito es un lugar de defensa. En realidad, es la definición del lugar de la paz y lo pacífico: el ámbito es donde vivo pacíficamente. En cualquier caso, la seguridad nos refiere a la idea genérica de que hay ámbitos más seguros que otros y que, además, hay un lugar que es el más seguro, incluso si no atinamos a decidir cuál es. Tal vez un error nos lo indica, si sobrevivimos a él.
Vamos a ver ahora que hay un sentido muy elemental que define la seguridad como un ámbito, como un área. Vamos a tratar de construir la idea del ámbito sobre la base de la experiencia de esa área en general para pasar luego al ámbito en la seguridad cuando hay un encuentro violento: unos aviones se estrellan contra unas torres de la ciudad del comercio. Vamos a ver que el ámbito es un presupuesto trascendental de la experiencia de la seguridad frente a un otro. Hagamos la definición del ámbito seguro yendo esta vez no al extremo excepcional (la total inseguridad), sino a su contrario, la seguridad más completa.
El ámbito presupone la distinción entre lo de uno y lo de otro. La experiencia más ordinaria con el otro es la seguridad de lo tuyo y lo mío. Esta experiencia es la misma que la del ámbito. Pongamos un ejemplo trivial. Yo camino por la vereda y otro también lo hace. Caminamos en la misma vereda. Digamos que yo voy en un sentido de la vereda y el otro va en sentido contrario de la misma vereda. Como caminamos y nos movemos, el otro se acerca a mí conforme también yo voy acercándome hacia él, aunque cada uno va a seguir su camino, por así decirlo. Esto es trivial antes de reparar que la seguridad depende de una marca territorial, una marca que se desplaza conforme caminamos y “tenemos a la vista al otro”, por así decirlo. No es difícil conceder de entrada que a cada uno le corresponde un lado de la vereda al momento de caminar en ella. Para efectos de este ejercicio, basta pensar en sólo dos personas que caminan. Es común aceptar que cada cual va por su derecha: yo voy por mi derecha, el otro por la suya. Si en alguna parte del mundo “cada uno va por su izquierda”, el resultado es el mismo: cada uno va por su sitio. El sitio se desplaza. Se desplaza recíprocamente. La experiencia más regular es que cada uno termine su tránsito por la vereda sin que el otro sea relevante, mientras cada uno haya conservado bien su sitio. Ni siquiera es preciso mirar el sitio del otro conscientemente. Es evidente, sin embargo, que el otro es relevante para definir mi camino de una manera que no es la misma que la de otros elementos del paisaje del caminante. El otro cuenta algo en mi camino; en realidad el otro de nuestro ejemplo ha definido una parte de mi camino. Hay algunas variaciones en su/mi camino que no han ocurrido porque el otro/yo estaba en la otra parte de la vereda. Un territorio ha sido, pues, demarcado, aun si no hay acuerdo ni concierto; sin planes ni reparos. Esta observación es la misma si hay más gente; incluso si hay mucha gente. Cada uno, pues, va en su lugar. Es una experiencia relativamente indiscutible que cada uno tenga, en una vereda poblada de gentes que caminan, su propio sitio. El concierto de los que caminan se expresaría en la idea de que cada uno porta su sitio: va investido de su sitio; es, pues, un sitio. El ámbito es el sitio que uno es. En el ámbito está el lugar donde se está seguro… hasta que otro lo cruza.
Veamos. El ámbito que yo porto, del que voy investido, está en realidad diseñado para soportar los otros lugares. Los “soporta”, en el sentido de que lleva consigo los lugares de los demás. En el ámbito uno puede decir que está y estuvo o estará seguro: si otro no cruza el ámbito. Nos interesa el cruce del ámbito, pues es en el cruce que se observa la pérdida de la seguridad. Si volvemos al ejemplo del hombre que va por la vereda mientras yo voy también por ella decimos que “nos cruzamos” si, por una casualidad, el otro se hace notar. Yo camino y calculo que se va a cruzar conmigo, entonces viro a la derecha, y lo hago para evitarlo. Pero imprevistamente, el otro también gira: nos hemos cruzado. Tenemos entonces el escenario de una extraña falta de seguridad: los ámbitos se hacen confusos. Es evidente que el citado no es del tipo de cruce que es un accidente, lo más parecido a un encuentro violento, pero también existen los cruces que son análogos a un accidente. Si el otro camina de manera distraída, por ejemplo, y me propina un golpe. Un golpe en la canilla. Un empellón. Incluso podría haber sido yo mismo quien hubiera andado distraído: eso no cambiaría el golpe en la canilla. Si es un accidente y hay un empellón de por medio yo podría disculparme. En todos los casos nuestro ámbito no habría soportado ya al otro. Lo que sucede luego es muy variable para que sirva para nuestro propósito, pues como se trata de un caso particular de unas gentes que caminan, mucho depende de las peculiaridades de las gentes mismas. Lo que nos importa es que los cruces de ámbito muestran que hay un límite para el ámbito. ¿Es ese límite territorial? Carl Schmitt trata del límite como un territorio en El nomos de la Tierra. Pero el ámbito es anterior al límite pues, adquiere uno cuando hay un cruce, y antes del cruce ¡no lo tiene!
El ámbito es ilimitado, pero presupone que los cruces son posibles. Un margen necesario del ámbito es que el cruce sea evitado. Estamos seguros en el ámbito, “allí estamos seguros”. Pero allí, siendo un lugar (podemos decir cosas de un lugar que se desplaza como: “el lugar por donde yo camino”) no es un sitio limitado. No limitado geográfica o territorialmente, incluso si “allí” significa realmente un sitio (el sótano de las torres). Ahora veamos brevemente qué ocurre con el ámbito en un encuentro violento con otro.
Supongamos que estaba caminando en París por la vereda de Rue de Rivoli, desde la estación del Louvre a la iglesia de Saint Germain l’Auxerrois. Atravesando la arcada de Rivoli en dirección desde Place Royale recibo el impacto de una piedra pequeña en la cabeza. El impacto de la piedra me golpea, como es obvio, y soy tumbado. Si es un accidente (la piedra es proyectada por una llanta de automóvil), simplemente me incorporo, me contengo la sangre y trato de volver a la seguridad lo más rápidamente posible. Limpio mi abrigo de la sangre. Me fijo en mi corbata y mi camisa, me veo en un espejo de la tienda de la esquina de Place Royale y me acomodo el sombrero. Sigo entonces caminando. Obsérvese que aquí el ámbito es irrelevante. El ámbito está intacto, por decirlo así. Pero luego me entero de que la piedrita me fue arrojada por alguien. De que una persona me arrojó la piedra. Es interesante esto: si tengo la seguridad de que no estoy bajo un riesgo mayor, iré tras la persona; en caso contrario, huiré. En el primero, no cesaré hasta dar justo castigo al otro, y si averiguara que hay más de uno de ellos… sabría que el sitio no es para mí, que no es mi ámbito. No importa tanto la reacción de castigar o no castigar, sino la idea de que la seguridad ha sido afectada desde un ángulo que es anterior a la violencia. Esto se prueba porque en la violencia no humana –como la de la piedra- el ámbito permanece tocado: yo sigo mi propio camino. Cuando la violencia es humana el afectado es el ámbito. Luego del golpe el ámbito debe ser pensado, debe ser elaborado. Debo precaverme de dónde camino. Si creo, por ejemplo, que tengo derecho de seguir mi camino, debo tomar medidas. Mi seguridad debe ser calculada. Lo más natural y normal, la seguridad, se convierte en un problema. “Es mi problema”.
Cerramos estos pensamientos sobre el ámbito subrayando lo siguiente: Yo soy mi ámbito, voy investido en un ámbito, dentro del cual experimento la seguridad. Ese ámbito no es un territorio y, de hecho, carece de límites. Pero presupone que hay un lugar propio, un lugar propio para mí y para el otro. Ese lugar coincide con el ámbito de la seguridad. Pero el cruce de ámbitos es posible. Nos hemos detenido en los cruces que se originan en una violencia, un empellón, una pedrada. Cuando la violencia es no humana el ámbito es no amenazado. El ámbito subsiste a la violencia, por tanto. El ámbito se hace relevante cuando es violentado por otro. Esto significa que el otro se establece de una manera completamente impensada, insurge a través de la violencia. “Se hace un lugar”, podemos decir, y nos obliga a definir nuestro ámbito. Eso ocurre si negocio, si hago un trato o bien si batallo por mi espacio. Pero, ¿qué es todo esto? Es en realidad el orden de una fundación ontológica, en el sentido de El origen de la obra de arte de Heidegger. La violencia es ontológica porque significa la instauración de un ámbito, consiste en una fijación de límites que son, acontece que son mis límites (y los del otro). Por ejemplo: bajo las condiciones tales y cuales, ya no más ir a misa en París cruzando por Place Royale, pues si eso sucede, el ámbito acontece como encuentro, como encuentro violento con otro.
PD: El video de arriba: Please, escuchen la letra :)
martes, 1 de junio de 2010
Encuentro con el otro (II): El ámbito
Publicado por Víctor Samuel Rivera en 16:14
Etiquetas: Dionne Warwik, Do You know the way to San José, el ámbito, Erich Luna, Martin Heidegger, Víctor Samuel Rivera
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1 comentarios:
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