lunes, 21 de diciembre de 2009

Intelectuales, monarquía y democracia



Monarquía y democracia (I)

Nureddin David Cueva García


Bismillahi Rahmani Rahim – En el Nombre de Dios, el Misericordioso, el Compasivo.


Tras la publicación del post ‘El mito maligno de la democracia’, o por qué una Democracia nos condena al gobierno de los menos deseables, proseguimos el análisis ‘heterodoxo’ de los males intrínsecos a la Democracia.
Proseguimos, como en aquella ocasión, con nuestra selección enteramente autónoma de aquellas ideas del autor citado, que a su vez el autor de estas líneas introductorias juzga como dignas de algún valor de reflexión serio. La responsabilidad ‘política’, digamos así, de la elaboración del texto integrado que se ofrece, por tanto, es enteramente propia. Al igual que la responsabilidad por aquello que del autor original se deja de citar de modo exprofeso. El anarquismo libertarista de nuestro autor de turno, en efecto, muestra que hay algunas vallas, realmente difíciles de sobrepasar sin un Furqan (Discernimiento) Impecable (*), en el reinado del anti-Logos instaurado por doquier hoy en día.
En medio de una escasez tan terrible de pensamiento no-conforme y auténticamente valioso, y anegados por ‘alternativas’ de crítica o de solución en el horizonte del pensamiento político que, por diversas que fueren, parten por igual del dogma sagrado de la Democracia, esperamos que el lector se anime a ponderar con cuidado ambos textos y, de una vez, se pierda en las aulas el miedo a condenar la democracia, como forma política, in toto.




¿Pensamiento reaccionario? ¿Y qué si acaso? Lo dañino es dañino y sería culpable de deshonestidad intelectual quien, percibiendo el mal, independientemente de los tiempos políticos y del establishment universitario, no diga: “¡El Emperador está desnudo!”

Esta vez, citamos nuevamente de aquella manera no académica, del economista Hans Hermann Hope, autor de ‘Democracy — the god that failed: the economics and politics of monarchy’ (2001), palabras recogidas de su texto “Élites Naturales, los Intelectuales y el Estado”. Los énfasis y resaltados son de propia hechura.


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(*) El Discernimiento, tópico meta-político que debería ser un tópico por excelencia, es, a su vez, uno de los nombres que en la tradición islámica recibe el Sagrado Corán.
* * *
El texto ofrecido:
… Bertrand de Jouvenel. Según su punto de vista, los Estados son la consecuencia del desarrollo de élites naturales: el resultado de transacciones voluntarias entre dueños de la Propiedad Privada es no-igualitario, jerárquico, y elitista.
En cada sociedad, unos pocos individuos adquieren la posición de una élite por su talento. Debido a logros superiores de riqueza, de sabiduría, y de valentía, estos individuos vienen a poseer una autoridad natural, y sus opiniones y juicios gozan del respeto general. Además, a causa del apareamiento selectivo, el casamiento, y las leyes de herencias civil y de la genética, es probable que las posiciones de autoridad natural fueran traspasadas dentro de unas pocas familias nobles. Es hacia estas cabezas de familia con antecedentes de logros superiores largamente establecidos, de visión de futuro, y de conducta personal ejemplar, a quienes las gentes llegaban con sus conflictos y quejas del uno contra el otro …
Una vez que el origen del Estado es visto como el crecimiento de un ordenamiento anterior, jerárquicamente estructurado, de élites naturales, se aclara por qué la humanidad, en la medida en que fue susceptible en absoluto de gobierno (1) ha estado bajo la férula monárquica (más bien que democrática) durante la mayor parte de su historia. Por supuesto, hay excepciones … Pero éstos [casos] fueron ocurrencias raras, y ninguno de ellos se pareció ni remotamente al sistema democrático moderno de un voto por persona.
Además [esos casos de excepción] también fueron sumamente elitistas. En Atenas, por ejemplo, no más del 5 por ciento de la población votaba y tenía derecho a posiciones de gobierno. No fue hasta después de fin de la primera Guerra Mundial que la humanidad dejó verdaderamente la era monárquica.


El ascenso de la democracia



Como la teoría económica elemental podría predecir, con la transición del gobierno monárquico al democrático, una persona por un voto, y la substitución del rey por el pueblo, las cosas se hicieron peores. El precio de la justicia se elevó astronómicamente mientras la calidad de la ley se deterioraba cada vez más. Ya que la transición se redujo a la conversión de un sistema de gobierno de la Propiedad Privada – un monopolio privado -, a un sistema de gobierno de propiedad pública – un monopolio de propiedad pública -.

“Una tragedia de la gente común” fue creada. Todos tuvieron derecho ahora, no sólo el rey, de tratar de echar mano a la propiedad privada de los demás. Las consecuencias fueron más explotación por parte del gobierno (impuestos); el deterioro de la ley hasta el punto de que la idea de un conjunto de principios universales e inmutables de justicia desapareció (2) y fue sustituida por la idea de ley como legislación (ley hecha a la medida, más bien que encontrada o ley eternamente “dada”); y un aumento de la tasa social de preferencia del tiempo (aumento en la orientación hacia el presente).
Un rey que poseía el territorio y podría transmitirlo a su hijo, trataba de conversar su valor.
Un gobernante democrático es una autoridad temporal y trata de maximizar los ingresos corrientes del gobierno a costa de su capital, y como consecuencia malgasta.
Éstos son algunos resultados: durante la época de las monarquías, antes de la Primera guerra mundial, el gasto del gobierno como porcentaje del PNB era raramente superior al 5 por ciento. Antes de la Primera guerra mundial, el empleo en el gobierno era menor al 3 por ciento del empleo total. Desde entonces ha aumentado a entre un 15 y 20 por ciento. La época de la monarquía se caracterizaba por el dinero-materia prima (oro) y cuyo poder adquisitivo aumentaba gradualmente. En contraste, la época democrática es la época de papel moneda cuyo poder adquisitivo disminuye permanentemente.
Los reyes se endeudaban cada vez más profundamente, pero al menos durante los tiempos de paz característicamente reducían su carga de deudas. Durante la época democrática la deuda pública ha aumentado, en guerra o en paz, a alturas increíbles. Las verdaderas tasas de interés durante la edad monárquica habían caído gradualmente a cerca del 2.5 por cciento. Desde entonces, las verdaderas tasas de interés (tasas nominales ajustadas contra la inflación) se han elevado a cerca del 5 por ciento, iguales a las tasas del siglo quince.
Legislación prácticamente no existió hasta finales del siglo diecinueve. Hoy pasan, en un solo año, decenas de millares de leyes y regulaciones. Las tasas de ahorro disminuyen en vez de aumentar con los ingresos crecientes, y los indicadores de desintegración de la familia, y de criminalidad, aumentan constantemente.

El destino de las élites naturales
Mientras al Estado le ha ido mucho mejor con el gobierno democrático, y mientras al “pueblo” le ha ido mucho peor desde que empezaron a gobernarse a sí mismos, ¿qué ha pasado con las élites naturales y con los intelectuales? En cuanto a las primeras, la democratización ha tenido éxito donde comenzaron modestamente los reyes: la destrucción final de la élite natural y de la nobleza. Las fortunas de las grandes familias se han ido disipando por impuestos confiscatorios, en vida y al momento de la muerte. La tradición de estas familias de independencia económica, visión de futuro intelectual, y mando moral y espiritual se ha perdido y olvidado.
Ricos existen hoy pero, con más frecuencia que no, deben sus fortunas directamente o indirectamente al Estado. De ahí que a menudo son más dependientes de los favores continuados del Estado que muchas personas de riqueza bastante menor. No son ya las típicas cabezas principales de familia establecidas durante mucho tiempo, sino que son “les nouveaux riches”. Su conducta no se caracteriza por la virtud, la sabiduría, la dignidad, o el buen gusto, sino que es un reflejo de la orientación actual de la misma masiva cultura proletaria, del oportunismo, y de hedonismo que los ricos y famosos comparten ahora con todos los demás. Por consiguiente -y gracias a Dios- sus opiniones no tienen más peso en la opinión pública que el de la mayoría de la gente.

7 comentarios:

Hernán Borisonik dijo...

Estimados,

Les mando este breve mensaje para saludarlos en estas fiestas y desearles un muy feliz 2010.

Con gran afecto,

Hernán Borisonik

Ricardo Milla dijo...

Gracias por los deseo Hernán.

Felices fiestas para tí también.

Piero Venturelli dijo...

Querido Víctor,

¡Feliz Navidad!

¡Próspero 2010 a los miembros de "La Coalición"!

Desde Italia,
Piero

J.H. Marcelo dijo...

Feliz Navidad a todos los coaligados...
El texto recoge una serie de notas que he estado meditando hace algún tiempo. Me parece acertados las aclaraciones con respecto a la democracia y stablecer un cuadro comparativo con respecto al sistema anterior para comprobrar si relamente hemos mejorado o vamos po mal camino, y si es así poder enmendarnos.
La nobleza natural de la que habla es justamente la que se ha perdido, y que es preciso recuperar.
con todo espero con mucha esperanza que este lugar en la web sea un lugar para que los que queremos y creemos en os ideales de la humanidad podamos explicitar esta nobleza que brota del interior de las personas que luchan incansablente por el bien y la verdad

Ricardo Milla dijo...

¡Feliz Navidad a todos! Gracias por sus deseos.

Reflexiones Haqqanis dijo...

Bismillahi Rahmani Rahim

Mi año nuevo ya ocurrió hace como dos semanas atrás, pero nada obsta a que comparta con ustedes, como muestra de atención a los tiempos que vienen, tiempos de comunes encrucijadas, un link que estoy seguro agradará a más de uno en la Coalición.

http://vimeo.com/8364895

Lo que el sistema nomocrático -no demócrata- del Islam produjo 1,400 años atrás.

Saludos,


Nureddin Cueva

Ricardo Milla dijo...

¡Feliz Año Nuevo a todos!

Gracias por tus deseos Nureddin y por el video. Está bueno. Me gusta.

Saludos.

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