martes, 14 de agosto de 2012


EL NACIMIENTO DE LA TECNO-BIO-POLÍTICA:
Libertad, control y resistencia en las sociedades tecno-escriturales (IV-2)


La racionalidad detrás de la sociedad que escribe (IV Parte)


Jimmy Hernández Marcelo
Universidad Pontificia de Salamanca
La escritura supone la muerte del escritor y esta muerte abre el camino a la alteridad general. La firma del autor permanece siempre en espera de otro, del destinatiario. El logos ha abierto una herida en la alteridad, en la relación con el otro. La razón fría de occidente, y que encuentra un excelente ejemplo en el axioma “pienso, luego existo” de Descartes, ha llevado al mundo del siglo XXI a los niveles de explotación y de opresión que no han sido vistos nunca antes. Racionalidad pragmática apoyada con los postulados de la ciencia. Se ha apropiado de sus teorías y esquemas y ha llevado a su máxima expresión la idea del dominio de la naturaleza. La ciencia se ha vuelto instrumento, se conoce para producir; se descubre y se pregunta sólo para transformar. Derrida inauguraría la época de una filosofía de la escritura, en contraposición a la creciente filosofía del lenguaje. Haciendo un balance crítico y postulando soluciones al conflicto y a la exclusión.

Hasta este momento hemos hablado de la escritura en el logocentrismo, llamada escritura fonológica. Luego hemos presentado la reflexión hecho por Derrida sobre una escritura originaria llamada archi-escritura. ¿Dónde se ubica, ahora, la tecno-escritura? En principio no es ni una ni la otra, es una nueva forma de escribir basada en un sistema matemático-escritural. No obstante, es fruto de la proyección ontológica de un cambio en las estructuras racionales de la sociedad occidental: el paso de una lógica a una gráfica. De los sesentas a hoy ha habido ciertos cambios no predichos por la lógica: la masificación de las redes sociales, la creación de identidades virtuales, los mensajes de textos, los teléfonos celulares. El Facebook, por ejemplo, aparece como un fenómeno dentro de la norma de diseño programacional. La misma idea de pro-grama (que utilizamos para el software) hace alusión a la incursión en una dinámica escritural. No estamos enteramente conscientes del cambio, pero éste ha significado modificaciones significativas en nuestro modo de vivir, pensar y actuar que merecen una reflexión seria.

¿Cuál es la racionalidad detrás de la tecno-escritura? Derrida creía que la revaloración de la escritura en el centro de la ontología social tendría como consecuencia la ruptura de las oposiciones identitarias y las posturas hegemónicas en el terreno de lo ético y lo político. Sin embargo, era necesario una real, consciente y responsable apuesta por la alteridad, por los oprimidos y marginados, sólo en esta dinámica ha de entenderse la primacía de lo ético sobre lo ontológico en Derrida. El realismo deconstructivo significa, pues, la mirada directa y objetiva al que sufre la opresión en el mundo real. Si algo es real, no es la jerarquización, ésta es solo conceptual y construida socialmente, lo real es el acontecimiento mediante el que lo otro es excluido de cualquier postura discursiva. Cuando Derrida invierte los opuestos binarios y hace posible una nueva lectura de la relación de oposición, no elimina los términos de la estrategia deconstructiva, de allí que Maurizio Ferraris la compare con la dialéctica hegeliana. Lo que se trata de hacer es un esclarecimiento reflexivo de tipo psicoanalítico,  presentado como una emancipación de tipo ilustrado, es decir como una liberación respecto de los prejuicios morales. Muestra que la represión no es histórica, sino estructural. Por eso, además, la deconstrucción presenta un principio indeconstruible: la justicia. Lo que se busca es hacer justicia a la represión violenta, a la marginación injustificada, al olvido del otro, a la omisión de las diferencias, a la anormalidad de lo diferente.

Ahora bien, el nacimiento de la tecno-escritura gira entorno de un programa racional ficcionalizante. Genera espacios en los que los sujetos creen estar dotados de una libertad sin restricciones. Vemos los casos del adiós a la verdad y la negativa por la existencia de un mundo fuera del sujeto, los teóricos irónicos que no creen ni en lo que dicen, ni en lo que hacen ni en lo que piensan, la revolución desiderante a través de una desublimación represiva. Encontramos autores que van desde la epistemología, la hermenéutica, el neo-pragmatismo, el pensamiento débil yla liberación sexual. Detrás de todos estos teorizaciones y puestas en práctica, existe un espíritu emancipador que se ahoga en sus propios postulados. Porque no es del todo cierto que “no existen hecho solo interpretaciones”, existe un mundo sólido e in-enmendable, impermeable a nuestras manipulaciones e interpretaciones.

Los proyectos racionales de progreso y desarrollo, el capitalismo, el neoliberalismo, los medios de comunicación, el libre mercado, etc. Presentan esquemas en los que se trata de crear espacios de libertad aparente. Cuando se afirma que “ser iguales” es poder comprar las mismas marcas o los mismos objetos, no se apela a un criterio de autonomía. Tampoco cuando se pretenden utilizar los mismos sistemas económicos para salir de la pobreza, tampoco cuando se mide la pobreza de una población con una escala inadecuada a las particularidades del territorio. De ningún modo cuando se niega la presencia, aunque sólo espectral, de algún seño de socialismo, ni cuando se niega el derecho a la libre elección de una comunidad a optar por la naturaleza y no en el desarrollo tal y como lo concibe un grupo de economistas. No se está buscando la igualdad cuando los sistemas de salud y educación funcionan mediante el criterio de libre mercado, y se venden según el poder adquisitivo de los ciudadanos.

Cuando la globalización invade y conquista culturas uniformándolas a un molde pre-concebido no parece que el criterio sea la búsqueda de la autonomía. Sin embargo, el discurso de sociólogos, economistas, periodistas y políticos tiene como eje central “el desarrollo y el progreso”. No hay nada más importante que estas dos palabras, que como la moral kantiana, son meramente formales, en sí mismas no nos dicen nada. Es una gran fábula la que occidente ha vendido y exportando y que ahora pretende ser la norma sobre toda norma. Cuando un joven que gana un sueldo mínimo va a la tienda con su tarjeta de crédito y gasta el doble de lo que ganó ese mes, creyendo que de esta manera se iguala a los ricos que gastan lo mismo, él cree que se iguala a ellos, y el sistema financiero le hace creer que ha alcanzado la tan ansiada homogenización; sin embargo, lo que ha acontecido es que este pobre joven ha comenzado a ser un súbdito del sistema crediticio y resultará muy difícil que a partir de ese momento tome conciencia de lo que acaba de ocurrir. Este drama es el drama de miles de personas que pasan la vida trabajando para otros que le ofrecen cadenas invisibles que él mismo se pone en las manos y que sostiene alegremente en su ficción de libertad. 

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