jueves, 20 de enero de 2011

El algo y lo nuevo



El algo y lo nuevo

Pseudo Nietzsche

La cuestión de la veracidad de las afirmaciones de Nietzsche acerca del cristianismo no es, de ningún modo, algo que pueda ser objetado a su autor. Se debe comprender que él trata, ante todo, de las consecuencias modernas el cristianismo. Se puede incluso sospechar, con justeza, que no se trata en absoluto de del cristianismo de lo que él habla. ¿De qué origen, entonces, habla el profeta del nihilismo? Algo sucede en la modernidad. Ese algo, es lo diferencial entre el nuevo mundo (nouveau monde- tr. mundo moderno) y el mundo antiguo. Es en el mundo es donde suceden tanto lo antiguo como lo nuevo. Lo propio del mundo nuevo frente al mundo antiguo es la distinción entre este mundo respecto de su precedente. ¿De dónde proviene la distinción? Habíamos dicho que es ese algo lo diferencial entre los dos mundos. Sin embargo, es desde el mundo en donde arranca el algo. El algo no puede arrancar sin que haya un mundo en que suceda. Lo sucedido en el mundo, el que en el mundo hayan sucesos, es lo nuevo del nuevo mundo, que constantemente está a la espera de lo siempre nuevo. ¿Por qué, entonces, el pensador Nietzsche se pregunta por el origen de las consecuencias modernas (nihilismo)? Ello se debe a que en lo nuevo, en los sucesos hay todavía algo nuevo del mundo nuevo, algo aún por acontecer, la consumación del nuevo mundo, en la cual propiamente se comprende lo nuevo.


En el mundo aristotélico la piedra tenía su lugar, mas hoy ello es “falso”. Algo pasó y esa concepción se dejó de lado. La novicidad del pensamiento de Descartes establece para el mundo unos nuevos principios, de carácter tanto claro como distinto. En la concepción dentro de la cual todo lo material está situado en coordenadas, el agua tiene el mismo lugar que el aire y el fuego, debido a que en ella los objetos están situados en un plano. La piedra, el aire, el fuego, el agua e incluso el cuerpo humano valen lo mismo. En lo nuevo todo tiene un lugar, aun cuando este lugar nos sea indiferente. En mi ciudad, una ciudad en desarrollo, ello se ejemplifica en la demolición sistemática de las casas para el establecimiento de grandes edificios. La primera piedra de una casa, la piedra fundante, ha sido reemplazada por “el concreto”.

Hoy en día debemos, no obstante, preguntarnos por el carácter histórico de lo nuevo. Ello, sin embargo, trae consigo un elemento inexplicable. El creer que puede comprenderse ese algo por medio de la historia es un error. La historia, a lo sumo, nos lleva a la patencia del algo. Ello es, no obstante, el gran logro de Nietzsche como filósofo de la historia. La historia nos puede explicar cómo hemos llegado a pensar de tal forma o de otra y, sin embargo, no nos explica nunca por qué pensamos así y no de otro modo. En el mundo antiguo, e incluso para Descartes, la pregunta por el por qué se responde apelando a la voluntad divina. Sin embargo, es el algo el que en nuestra época ha sepultado a la misma deidad y, de esa forma, Dios ha muerto. Es por ello que la explicación histórica a lo sumo explica el cómo y no el por qué y, por lo tanto, explica pero no comprende lo propiamente nuevo del nuevo mundo.

Lo antes dicho no nos induce a replantear la pregunta del por qué sucede el algo, sino más bien a constatar que en la pregunta por el por qué hay un error de principio. Se trata, quede establecido de una vez, de entender que en el algo que funda lo nuevo hay una carencia que nos hace angustiarnos por el por qué. En el mundo antiguo la piedra tiene su lugar. Pero aquí lo nuevo es lo mismo que el desplazamiento del lugar, es decir, en el nuevo mundo lo antiguo pierde su sentido. La historia nos enseña el desplazamiento del sentido pero no lo comprende. La diferencia entre explicación y comprensión reside en que la explicación muestra o indica el lugar actual de algo; mientras que en la comprensión se trata de entender en dónde debe estar situado algo. Para Heidegger la comprensión auténtica del ser que tiene el dasein supone una transformación misma del dasein, es decir, su trascendencia. Es en esta trascendencia en donde el dasein se abre a la comprensión del advenimiento de lo fundante, lo cual es lo mismo que el acaecer. La historia es la historia de las consecuencias. La comprensión es la intuición del evento.

El nuevo mundo, es decir, el mundo antiguo que es nuevo, está por advenir. Lo curioso en el mundo moderno es que no ha comprendido que no es un nuevo mundo, sino sólo el deterioro del mundo antiguo. El nuevo mundo no ha llegado, ello se constata con que se diferencie entre mundo antiguo y mundo nuevo. Lo singular de ese “algo” que ha sucedido en el mundo antiguo, del que hemos hablado y que ha fundado el mundo nuevo, consiste en que nada ha pasado.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Qué es la intuición del evento? Y se dice Dasein, no dasein. No se puede dejar sin glosa ni explicación una frase que no se desprende del resto.

Hay una falta de rigurosidad con el texto, pero es muy llamativo por otro lado.

Saludos.

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